martes, 12 de noviembre de 2019

Gafe con la nieve

Gafe con la nieve.

Aquel día de Reyes estábamos en Madrid. Mis hijos había venido a pasar las fiestas. el mayor, Alejandro, con su mujer Smantha volaba al día siguiente a California donde vive. Mi hija Carmen vino de Berlín. el día de reyes tocaba ir a ver a los abuelos a Segovia. mi hijo, el sensato de la familia, vino a hablar conmigo un poco alarmado. “Papá, ha estado nevando en Segovia”. “pero la previsión no dice nada de nieve hoy” fue mi respuesta. “además, estando Carmen seguro que no nieva”. mi hija a sus 23 años nunca había visto nevar, lo que era motivo de cachondeo cada invierno. Incluso cuando fue a estudiar un año en Suiza, el único día que nevó fue cuando ella estaba de fin de semana en Italia. cuando fuimos  a verla en Diciembre tuvimos que subir a más de 4000 metros para ver nieve. de todas formas yo me quedé un poco inquieto, si nos sorprendía una nevada, tendríamos que intentar llegar a Madrid de todas formas para que mi hijo y mi nuera no perdieran el avión la mañana siguiente, el lunes trabajaban los dos.

mis hijos querían ir a Segovia a toda costa. los dos para ver a sus abuelos, y mi hija para ver nevar, así que ignoramos las advertencias y nos pusimos en marcha.

Nada mas pasar al lado segoviano de la sierra descubrimos que el paisaje estaba completamente blanco, pero no nevaba y la carretera estaba despejada en ambos sentidos, lo que nos tranquilizó. hicimos la parada de rigor para que mi hija le tirara bolas de nieve a su hermano y seguimos conduciendo.

en Segovia, después de que cada uno abriera sus regalos de reyes , nos dispusimos a comer en familia. mi madre había preparado un cordero asado, que es el mejor que he probado nunca, y completamos con un ponche segoviano. Ante tal exceso de calorías se imponía una cabezada antes de coger de nuevo el coche para volver a Madrid, mientras mis hijos, como si tuvieran veinte años menos, bajaban a jugaron la nieve.

cuando nos quisimos dar cuenta empezaba a anochecer, así que nos despedimos y montamos en el coche para volver a Madrid. nada más sallir de la ciudad empezó a nevar de forma que prácticamente no se veía la carretera. mi hijo conducía y empezaba a ponerse nervioso por lo que pudiera pasar. al intentar coger la autopista vimos la frase fatídica en los paneles informativos “A31 cerrada por nieve, use la N301”  habían pasado ya mas de 30 minutos y estamos apenas a 10Km de Segovia. Así que no nos quedaba otra que coger la carretera nacional, donde el caos empezaba a ser general. Coches parados en el arcén, alguno cruzado y ni rastro de las quitanieves. Nos metimos en el lío sin posibilidad de rectificación. aparte de que la calzada estaba ya cubierta de nieve, seguía cayendo intensamente, por lo que en la oscuridad, las luces de los otros coches eran la única referencia. pero esto no parecía completamente seguro, porque había ya coches que se habían salido de la carretera. 

“Alejandro, por favor, procura no parar pase lo que pase, si no , nos quedaremos aquí toda la noche”. la advertencia era obvia, porque se veía claramente que quien había parado, ahora no podía reanudar la marcha.

después de una hora apareció la primera patrulla de la Guardia Civil, diciéndonos lo obvio, que siguiéramos en marcha y no parásemos. 

mientras tanto en la radio, ni una sola noticia de la que se estaba preparando en la carretera, ninguna información para al manos saber si más adelante podía estar despejado.

“Alejandro, al llegar a San Rafael hay que volver a la autopista, tenemos que llegar al tunel, si nos vamos hacia el puerto, nos quedamos tirados seguro”.

antes de que pudiéramos hacerlo el coche se paró, no había forma de que recuperar la marcha. momento de pánico en el que apareció por detrás del coche un guardia civil. “mete la primera y yo empujo”-. funcionó. el coche lentamente volvió a ganar velocidad dejando atrás a nuestro salvador.

finalmente volvimos a la autopista y vimos que el acceso al túnel estaba despejado, las maquinas habían hecho allí su trabajo. al salir al lado madrileño, llovía intensamente. Nunca me he alegrado tanto de ver llover.

Después de tres horas de camino llegamos a Madrid. “buen trabajo, Alejandro”. Mi hijo estaba agotado por la tensión y el esfuerzo por intentar ver la carretera con lo que caía.

“bueno, bien está lo que bien acaba, ya tenemos algo más que contar en esta familia”

“Papá, ya no me gusta tanto ver nevar” añadió mi hija. “al menos te has quitado el gafe con la nieve, ya no podemos burlarnos más de tí”

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