domingo, 29 de marzo de 2020

El reencuentro




El reencuentro

  • Juan, qué sorpresa, ¡hacía tanto que no te veía! ¿cómo te va?
  • muy bien. si hace por lo menos diez años ¿no? te veo estupendo, por tí no pasa el tiempo.
  • Bueno, gracias, pero eso no es verdad, pero 15 kilos más y no es por la cantidad de pelo. Pero aparte de eso tengo un pacto con Eva de cuidarnos mutuamente, y creo que no lo hacemos mal.
  • entonces ¿sigues con Eva?vaya, me alegro. Así no me fue tan bien con Elena. La verdad es que lo pasé muy mal por nuestra separación, no sólo se quedó con la casa y los críos, además los puso en mi contra, y he estado varios años casi sin verlos.
  • siempre has sido demasiado buena persona, y tu mex siempre me pareció una bruja.
  • lo es, y eso de buena persona es como llaman ahora a los tontos. Por no crear conflictos, lo perdí todo. ahora no estoy del todo mal. tengo una nueva mujer, que me quiere y me respeta como nunca lo hizo la otra. ya no me quejo de mi suerte. ¿que haces ahora? ¿sigues trabajando?
  • no, ya no. Ya sabes lo que pasa en este sector, consideran que a los 63 ya estás obsoleto. buscan millenials para digitalizar la compañía, sin tener en cuenta que yo he estado en ese tipo de cosas desde los años 80. Además el problema es que después de los 60 es imposible llevarse bien con tu jefe. porque sueles saber más que él y él lo sabe. Ya no te soporta y tu no te callas ni una, así que al final, acepte una oferta de prejubilación, y ahora estoy ya en casa. Haciendo todo lo que me apetece y nunca pude hacer por falta de tiempo. He vuelto a estudiar, que en el fondo es lo que siempre me ha gustado. Me han ofrecido un par de trabajos en empresas del sector, pero ni de coña me vuelvo a meter en una operación y a tener jefe otra vez. Ahora estoy mucho mejor. y a tí¿que tal te va?
  • he vuelto a cambiar de empresa. ya sabes que me va la marcha, pero en el fondo te envidio. si me hicieranuna buena oferta no me lo pensaba, y hacía lo mismo que tú. Como dices no aguanto a mi jefe, y él no me aguanta a mí. así que así estoy, aguantando, todavía me toca pagar la educación de mis hijos.
  • entonces, sigues en Madrid, claro. Cuando vengas la próxima vez por Valencia llámame y salimos a cenar (cuando pase todo esto , claro).
  • si esta vez imposible. además he venido a cuidar a mis padres y no quiero arriesgarme. 
  • sí, esto es un desastre, ya veremos como y cuando acaba. pues dale un beso a tu nueva chica de mi parte y que todo vaya bien con tus padres. Hasta la vista, amigo.
  • hasta la vista

sábado, 28 de marzo de 2020

DIALOGO TALLER


DIALOGO TALLER

-         -  ¿Sabes?, me han pedido en el taller de escritura que haga un relato con diálogos. Solo con diálogos.
-          - ¿Pero con algún tema?
-          - No. Libre.
-        -   Pues vaya con el taller.  ¿Qué tipo de gente vais a ese taller?
-        -   Gente normal. Gente como tú o como yo.
-         -  Perdona, a mí no me mezcles con gente que se dedica a compartir lo que escribe. Entiendo que debéis tener la autoestima por los suelos.
-        -  Bueno, sí, bastante baja.
-          -Y habrá un profesor, ¿no? ¿O simplemente os juntáis cuatro tarados en un banco del parque?  
-          - Sí, claro, un profesor. De Sagunto, nada menos.
-          - Qué raro.
-          -Ya. La cuestión es que él nos propone retos cada semana. Incluso una vez fuimos a dar una vuelta por fuera del aula a ver qué hacía la gente para luego escribir.
-          - ¿Pero es algún tipo de terapia? Es decir, ¿estáis bajo tratamiento o cómo?
-          - No, para nada. Gente normal, ya te digo. Unos trabajan, otros jubilados. Uno estudian, otros tienen pareja. Unos fuman, otros beben a diario. Gente corriente, pues eso; algunos cenan viendo la tele. Otros se duchan con la puerta abierta. O barren en lugar de aspirar. Ven la tele con auriculares.
-        -  Te estás inventando todo eso, ¿verdad?
-        - Sí.
-        - ¿Y qué tal los compañeros?
-        - Bien. A ver, yo tengo mis preferidos. Hay una chica, por ejemplo, que me compró un libro. Esa chica automáticamente me cayó bien. Es mi manera de empatizar. Como el profesor, también me compró uno.
-         - ¿Y quien no te compra un libro no te cae bien?
-          - Exacto.
-          - Yo no te he comprado un libro.
-          - Lo sé.
-          - Es que por lo que me has contado me parece un puto coñazo tu libro. La chorrada esa de alquilar niños.
-        -Ya, bueno. Eso es subjetivo. También, otra manera de conectar con la gente es con lo que opina de lo que escribo en clase. Muchos dicen: me gusta mucho esto o, qué bien traído lo otro .Y otros pues te sueltan: No entiendo el personaje. Aquí me pierdo. Yo cambiaría el final. Chorradas, vamos.
-          - Pero no a todo el mundo le va a gustar lo que escribes.
-          - Ya, por eso. A todos esos que no hacen más que criticar, los voy anotando en una libretita negra que tengo. Pongo su nombre y la dirección dónde viven.
-          - Eso da un poco de miedito.
-          - Es que tú no sabes lo que pueden llegar a decir.
-         -  Me da igual. Tener una libreta con el nombre y  dirección es de tarado.
-          - Pues quizá seas tú el siguiente.
-          - No sabes dónde vivo.
-          - Pensaba seguirte ahora.
-          - Ok. Pues daré un rodeo hasta que te canses.
-          - Tengo tiempo.
-          - Yo más.
-          - Tendrás que ir al taller algún día y ahí aprovecharé para irme a casa.
-          - Podría darme de baja en el taller y dedicarme a seguirte. O podrías comprarme el libro y tan amigos.
-          - ¿Cuánto vale?
-          - 13 euros.
-          - Ok, dame uno.
-          - Se han agotado.
-          - ¿Y ahora qué?
-          - Pues que me va a tocar seguirte.
-          - Pero yo te quiero comprar el libro.
-          - Ya, pero es que te he dicho que se me han agotado.
-          - ¿Entonces?
-          - A mí no me mires. La semana pasada quedaban pero no quisiste comprarlo. Ahora búscate la vida.
-          - Sabes que yo sí sé dónde vives tú, ¿verdad? Podría seguirte yo a ti.
-          - Pero te falta la libretita negra.
-          - Cierto.
-          - ¿Me prestas la tuya?
-          - Claro, toma.
-          - Gracias.
-          - De nada, buenas tardes.

miércoles, 11 de marzo de 2020

EL NIÑO BIEN VESTIDO

EL NIÑO BIEN VESTIDO



El niño bien vestido de la clase se reía siempre de mí cuando entraba en el aula. Le hacía gracia mi camiseta un tanto raída y mis pelos rebeldes, amén de mis gafas de cristal grueso que intentaban combatir la miopía precoz que me había invadido desde bien pequeñito. El niño bien vestido de la clase sacaba unas notas entre malas y muy malas, pero eso no le motivaba a mejorarlas, ni a dejar de mofarse de mí y hostigarme. Yo entonces no lo sabía, pero con la perspectiva del tiempo ahora sé que aquello era un caso claro de acoso escolar. Por suerte, pude sobreponerme con la ayuda de mis otros compañeros, que me defendían siempre que podían. También me ayudó centrarme en el estudio. Realmente fui un alumno brillante, a pesar del gran obstáculo que encontré en este niño bien vestido.
Han pasado treinta años y actualmente soy profesor de sociología. El otro día, al acabar de dar una charla en un centro penitenciario a presos que llevaban más de diez años encarcelados, se me acercó uno de ellos y, después de pedirme perdón, me abrazó. Por alguna razón sentí una enorme sinceridad y arrepentimiento en el contacto de su cuerpo, y por ello no se me pasó por la cabeza echarme hacia atrás y librarme de él, sino todo lo contrario: lo abracé. El acto duró unos cuantos segundos, hasta que vinieron dos guardias y se lo llevaron. Mientras se alejaba pude reconocerlo. Me costó un poco, porque su ropa no tenía nada que ver con aquella pulcra y cuidada que solía llevar en clase. Su mirada sencilla y bondadosa era muy distinta también a la chulesca que me brindaba siempre que me humillaba hacía treinta años. El niño bien vestido de clase era otra persona muy diferente a aquel preso que me acababa de abrazar, por suerte o por desgracia.

las consecuencias del virus

Las consecuencias del Virus


El virus había sido la excusa perfecta para restringir la libertad de movimiento y reuñión. una vez que la gente lo había aceptado en nombre de un bien superior, la historia se repitió como tantas otras veces en el pasado, sólo que esta vez afectaba a todo el mundo. en algunos lugares, donde ya estas libertades estaban ya muy restringidas, se vio como algo natural. En cambio en los países del sur de Europa. obligados ahora a no asistir a sus fiestas ancestrales, o a viajar libremente, pronto surgieron voces que añoraban las libertades perdidas. fueron acusados enseguida de irresponsables e insolidarios. pronto empezaron las detenciones, para asegurar que nadie pusiera en peligro a sus conciudadanos. De la noche a la mañana, las democracias se habían convertido en regímenes autoritarios, donde salir a la calle, organizar un concierto o representar una obra teatral podían considerarse actos peligrosos para la salud e integridad física de los ciudadanos.el toque de queda era cada vez más estricto, y cualquier actividad fuera de las casas a cualquier hora empezó a considerase sospechosa. en estas circunstancias, no me quedó más remedio que unirme  la resistencia. estaba organizada en pequeñas células de inconformistas, que seguían saludándose dándose la mano o besándose, lo que según la nueva moral era un pecado mortal. la células se reunían en la casa de algunos de los miembros o en pequeños locales donde podía uno tomarse una copa y escuchar una banda de Jazz, todo terriblemente subversivo, antiguas costumbres de progres pequeño-burgueses e insolidarios. en uno de estos locales conocí a Eva. era una joven muy atractiva, a quien tampoco le gustaba la idea de que le dijeran qué hacer. Era más o menos de mi edad, pero a todos mis vicios y pecados, unía que fumaba, algo ya horrible para la nueva religión. entre nosotros surgió algo muy rápidamente. compartíamos los mismos gustos por la música, la fiesta, el teatro, y la libertad para viajar. Su gran sueño era dar la vuelta al mundo, lo que en las actuales circunstancias era de lo más subversivo a lo que se podía aspirar. Un día nos cogimeos de la mano mientras paseábamos por la calle, lo que hizo que durante un rato nos estuvieran siguiendo dos tipos con aspecto de ser de la Sanipo. loes perdimos de vista en una esquina, corriendo por las calles desiertas y oscuras. Incluso eso era peligroso, porque la calle estaba llena de cámaras conectadas a un sistema de reconocimiento facial que podía detectarnos en cualquier momento, así que nos fuimos a su apartamento ypracticamos sexo sin guardar ninguna de las desmanchas recomendadas por la Sanipo. desde entonces no puedo separarme de ella. me fui a vivir a su apartamento, que además estaba muy cerca de mi trabajo, al que podía ir cada día caminando, evitando así los molestos controles en el transporte público. Ella trabajaba en casa, dando soporte técnico a empresas que era Clientes de una operadora de telecomunicaciones. Era una buena Ingeniera. Pero sus amigos eran todos muy conformistas, les parecía bien todo lo que decretara el gobierno para evitar los contagios del virus. Ninguno se daba cuenta de lo que estaba pasando en nuestro país. La salud está por encima de todo. no creo que se imaginaran que Eva se estaba convirtiendo en una delincuente de cara al nuevo estado, y una inmoral para la nueva religión. un día estábamos los dos chateando con diferentes amigos a través de facebook, cuando los dos recibimos un mensaje: Sabemos lo que estáis haciendo, si seguís quebrantando las leyes de salud publica iris a la cárcel, y nadie os intentará ni siquiera ayudar. desde ese momento tomamos más precauciones, salíamos ssmpre con una mascarilla que impedía que las cámaras nos reconociera, o al menos lo haría más difícil. procurábamos no llamar la atención en lugares públicos con gestos cariñosos, y vigilábamos que nadie nos siguiera cada vez que salíamos. pero un día dos tipos con gabardinas largas y mascarilla, sin duda de la Sanipo, se presentaron en casa y nos pusieron esposas a los dos. Nos llevaron a un coche que esperaba en la calle y desde allí a la central de la policía sanitaria en el centro de la ciudad. me desnudaron y me tuvieron en una celda oscura, desde donde podía oír los gritos de dolor de Eva a la que estaban sin duda torturando para que diera información de la célula de la resistencia a la que pertenecíamos. el problem es que sabíamos muy poco para que lo que dijéramos les pareciera interesante y detuvieran la tortura. Cuando vinieron a por mí estaba temblando y llorando.y no precisamente por el frío. me pegaron en todos los sitios imaginables de mi cuerpo, cuidando no mancharse de sangre, era la policía sanitaria. Después de cinco días nos soltaron por separado, advirtiéndonos que no siguiéramos delinquiendo. nos encontramos al llegar a casa. Eva tenía la cara algo desfigurada, pero conservaba su belleza intacta, yo sentí que la quería más que antes, estaba seguro que no había dicho nada que comprometiera a los camaradas de la célula, creo que ella no estaba tan segura de mí, pero seguimos juntos durante unos meses, hasta que ella desapareció definitivamente y no volví a verla. nadia sabía nada, ni en comisarías, ni hospitales. Pero yo prefiero pensar que no al hicieron desaparecer, simplemente se cansó de mí y ahora está en la mitad de su vuelta al mundo en alguna playa de Australia.

El día de Rahma


El día de Rahma.
Rahma tiene prisa. Son las seis y media y no quiere llegar tarde al trabajo. Casi ha terminado de preparar el desayuno y la comida de hoy, cuando oye toser a su marido. Malek, ¿qué haces levantado? vuelve a la cama.
Malek lleva una semana con bronquitis y sin trabajo. Tampoco es que haya mucha faena ahora. Trabaja de albañil en lo que cae y ahora la cosa está un poco floja. La semana que viene irá a Murcia con su hermano Amil, allí parece que hay más oportunidades. Todo irá bien si Dios quiere.
Me marcho ya, en la olla grande está la comida de hoy, y en la bandeja tapada con un paño hay mesmen para el desayuno, sólo falta preparar la leche. Asegúrate de que Karim se levanta a tiempo de llevar Maissa al colegio. Que la recoja a las cinco y que se quede en casa y estudie un poco, este chico está cada vez más rebelde. Y no se te ocurra fumar. Ve con Dios, mujer, ya hablo con él.
Rahma sale corriendo para pillar el tranvía de las 7.00, pero aún tiene tiempo de tocar a la puerta de de Amira, tres hijos pequeños y sin más ayuda que la caridad de sus vecinos musulmanes. Buen día, Amira, he preparado mesmen y te he apartado unos pocos para que los probéis. Y esta olla con pollo guisado para comer. Me marcho corriendo, ¡que no llego! Dios te bendiga.
Deja a Amira en el rellano deshaciéndose en agradecimientos, mientras baja los escalones de dos en dos para no perder el tranvía, que coge por los pelos. Con ella suben otras dos compatriotas a las que saluda con un gesto breve, pero cordial. Se sientan separadas en el vagón casi vacío y cada una se queda mirando al horizonte que ya clarea, absortas en sus propios pensamientos.
Lentamente se repite la secuencia de todos los días: Televisión Valenciana, Vicent Andrés Estellés, Sant Joan, La Granja… El vagón se va llenando poco a poco. En el Empalme ya está abarrotado. Rahma y se mira en el cristal y apenas se reconoce. Ya tiene cuarenta y sigue siendo guapa, con el pelo negro y brillante, una mirada profunda y esa piel oscura, casi aceituna, que ella preferiría más clara pero que todavía encandila a Malek las pocas veces que tienen ganas y tiempo. Sin embargo, está perdiendo la ilusión y se siente cansada. La vida en España es mucho más dura de lo que esperaban. Salarios bajos, soledad, sensación de desamparo: siempre seremos extranjeros en una tierra que no nos quiere.
Le preocupa Karim. No le gustan nada sus amigos del barrio. Quizás podría llevarlo a la mezquita a ver si se junta con los chicos que van allí, pero, la verdad, tampoco le convencen los fanáticos que la dirigen ahora. El último viernes le recriminaron por ir por la calle sin pañuelo. ¡Pero si nunca había llevado pañuelo en su pueblo en Marruecos! ¡Ni ella ni ninguna mujer!  cómo voy a llevarlo aquí!
Sí, Karim está pasando malos momentos.  Malek y ella están siempre fuera de casa trabajando ¿Cómo pueden educar así a sus hijos? Ayer le pidió unas zapatillas nuevas, mamá todos los chicos llevan zapatillas de marca, hasta los más pringados, ¿por qué tenemos que ser distintos? Unas Nike de 75 euros.¿75 euros por unas zapatillas? ¿de dónde los saco, hijo mío?
Se baja en Benimaclet y cruza Primado Reig hasta llegar a Jaime Roig. Primero pasa por la panadería y el quiosco. Chapatas recién hechas para los bocadillos de las niñas y croasanes y El País para el desayuno del señor. Toca al telefonillo y contesta la señora. Un minuto más tarde le abre la puerta de la casa, ya arreglada para salir. Huele a café y en la radio suenan las señales de las ocho en la Cadena Ser.

Noemí es una mujer algo mayor que Rahma, quizás 45, aunque parece bastante más joven. El marido, Chema, debe ser de la misma edad. Es ingeniero o algo así. Noemí es abogada y trabaja en un despacho del centro. Aunque entra a las 9.30 le gusta que Rahma llegue a las ocho, para que prepare el desayuno y se haga cargo de las niñas. Además, así tiene tiempo para darle las instrucciones de la jornada.
Realmente, Rahma no necesita instrucciones de ninguna clase: todos los días son exactamente iguales. Preparar desayunos y los bocadillos, arreglar a las niñas, vigilar que desayunen en condiciones, llevarlas al colegio, comprar en Mercadona lo que pone en la lista de la señora, recoger la cena y el desayuno, ventilar las habitaciones y hacer las camas, limpiar la casa, poner la lavadora, hacer la comida de las chicas -los señores comen fuera-, meter la ropa en la secadora, recoger la cocina, ir al colegio a por las niñas, comer con ellas, recoger la cocina, llevar a las chicas al colegio, planchar, preparar la cena (una cosa ligera, Rahma, en esta casa nos gusta comer sano) recoger de nuevo a las niñas. Cuando vuelve a las cinco y media, la señora ya ha llegado. A las seis termina su jornada, entonces debe volver al tranvía y llegará a casa pasadas las 7 de la tarde.
Rahma está razonablemente contenta en este trabajo. Aunque la jornada es larga y ganaría más limpiando casas por horas, aquí cotiza en la seguridad social y tiene una paga que no será alta, pero sí segura. El trabajo de Malek es muy irregular y necesitan tener algo fijo todos los meses.
Hoy, antes de salir, la señora quiere hablar con ella para pedirle un favor. Rahma, el domingo es el día de la mujer trabajadora y estoy organizando en casa una comida, sólo de mujeres, con mis compañeras de trabajo. Pensaba si nos podrías preparar un cuscús , ¡te sale tan rico! ¡Les va a encantar! Por su puesto te pagaré las horas extras … ¿a 10 euros la hora? ¿Qué te parece?
¿Qué me parece? A Rahma le parece que ya trabaja 12 horas al día, le parece que los sábados y domingos son los días que tiene para estar con sus hijos y organizar su propia casa, le parece que su marido se va el lunes a Murcia y no sabe cuánto tiempo estará sin verlo, le parece que estas cristianas ricas y egoístas bien podrían aprovechar la fiesta para gastar su dinero, junto a sus familias, en un restaurante, y le parece que 10 euros la hora de un domingo es una paga de mierda. Eso es lo que le parece. Pero Rahma también piensa que Dios le ha puesto una oportunidad delante y que debe aprovecharla. Sabe que la señora ya se ha comprometido con sus amigas y sabe que puede pagar más. Negociar con españoles es muy fácil: enseguida sabes lo que quieren. No sé señora…, el domingo querría estar con mi familia…, mi marido se irá de viaje el lunes….Venga Rahma, me tienes que ayudar, qué tal si lo dejamos en 15 euros la hora. Pero, señora, tendría que venir también el sábado para comprar los ingredientes y traer mi cuscusera, en sus cacerolas no sale bien…. Claro, claro, también lo incluimos. ¿Y el tiempo del transporte?, La Coma está tan lejos... También, anímate Rahma, lo vamos a pasar muy bien, una comida de mujeres. Luego iremos juntas a la manifestación, tú puedes venir, si quieres. Es nuestro día.

Hoy sí  ha sido el día de Rahma. Entre el sábado y el domingo van a ser por lo menos 10 horas, ¡150 euros extra! Llama a Malek para contárselo y, antes del tomar el tranvía, entra en una zapatería para ver de cerca esas zapatillas de 75 euros con las que el lunes sorprenderá a su hijo mayor. Si Dios quiere.


Álvaro

lunes, 9 de marzo de 2020

19-N



Un año más, cientos de miles de personas se manifiestan en las calles de las principales ciudades españolas como protesta por la lucha de los derechos de los hombres.  Entre la multitud se ven diferentes pancartas reivindicativas y se escuchan conversaciones de los manifestantes:

Llevamos toda la vida dominados por una sociedad matriarcal, dice Antonio, un hombre en paro que solo puede aspirar a puestos medios ya que los cargos de directivos y responsables son destinados a mujeres.

¡Y los salarios!, se escucha decir a Andrés, un joven camarero, cobramos una 15% menos en los mismos puestos de trabajo.

¿Y qué me dices del lenguaje?, dice Manuel, un estudiante de enfermería de veintiún años, ya está bien de que lo genérico sea lo femenino. Ya está bien de referirse con “mujeres” a toda la población. Y de decir “señoras diputadas” en el Congreso cuando hay hombres presentes también.

“El sitio del hombre no es la cocina, es la resistencia”, se lee en una pancarta de letras moradas.

“La verdadera epidemia  no es el coronavirus, es el matriarcado”, dice otra.

Ni yo ni mi padre pudimos acceder a una educación, dice Evaristo, un anciano de noventa años. Entonces, solo las mujeres podían estudiar.

“Un hombre bello no es solo un cuerpo”, se lee en una pancarta sujetada por Luis y Juan, dos hombres obesos con el torso desnudo.

“No me llamo guapo ni nene”, dice otra.

Me parece una vergüenza que llevemos toda la vida en la cocina y ahora sean las mujeres las chefs, dice Enrique, ayudante de cocina de un restaurante con dos estrellas Michelín.

Mi mujer dice que para cuándo un Día de la mujer. Yo le digo que para el día en que sean discriminadas como nosotros.

La mía me dice que en el fondo  a los hombres nos gustan las mujeres malotas, las que nos llevan rectos.

Anoche, dice Francisco, un hombre soltero de cuarenta años, estaba con mis amigos en una discoteca y entró el típico grupo de tías borrachas que solo buscan ligar. No nos dejaron tranquilos. La mujer que estaba de seguridad lo vio todo y no hizo nada. Fui a hablar con la dueña de la discoteca y me dijo que solo querían divertirse. Me llamó histérico..

Pero mira, dice otro, al menos no nos pueden violar, porque no se nos levanta si no nos excitamos. Imagina que fuera al revés, ¡qué horror!



FIN

jueves, 5 de marzo de 2020

EL MAPA DEL TESORO


Frente al espejo, recorro con la mirada mis cicatrices. Algunas han marcado un antes y un después en mi vida. Esas, las que duelen, son las que os voy a mostrar:
Nací en casa, en familia. Fue un parto tan difícil que la matrona me lastimó el brazo derecho. Durante años, gracias a que mis padres hicieron un gran sacrificio para llevarme a un masajista y a mis ganas de volar, trabajé duro para recuperar la movilidad. Aunque con algunas limitaciones, mi infancia transcurrió dentro de lo normal. Mi padre nunca quiso que me vieran como a una niña incapacitada y se empeñó en que asistiera al colegio como todos los demás. Logró que olvidase mi problema. Estudié sin complejos y logré sobresalir por mis buenas notas. Eso provocó que algunos me recordasen que siempre sería especial. Me llamaron «manca». Aunque me hería, me hizo más fuerte.
Aquellos once centímetros de cicatriz que me dejó la apendicitis dolieron muchísimo. No por la operación, sino porque ya no teníamos a papá. Nos dejó muy pronto y sin esperarlo. Antes de esto, pensaba que mamá era muy débil, pero me equivocaba. No sé de donde sacó las fuerzas, pero nos acogió bajo sus alas cuando se transformó en un dragón protector y valiente. Aprendí que la vida te cambia en un instante, que hay que ser independiente y a valerme por mí misma.
Trabajé y estudié sin descanso. Cuando menos me lo esperaba, empecé a cojear de mi pierna derecha. Tras tres operaciones de cadera, me quedó una profunda cicatriz y una prótesis. Añadió una nueva incapacidad a mi cuerpo y un gran parón profesional. Me sentí tan vulnerable, pero, en lugar de hundirme, se convirtió en un revulsivo y volví a trabajar con la ayuda de una muleta.
También poseo una hermosa cicatriz invisible en la cabeza. Entre operación y operación de cadera, me extirparon un macro adenoma hipofisiario. Se trataba de un tumor benigno, pero, por su tamaño y ubicación, no existía otro tratamiento que la cirugía. Aunque accedieron por la nariz y todo salió muy bien, me dejó como regalo una enfermedad crónica. Cambió de nuevo mi forma de ver la vida. Carpe diem, fue mi lema desde entonces.
No tuve mucho tiempo para celebrar mi suerte. Mi pierna derecha empezó a quedarse dormida. Una hernia discal tuvo la culpa. Tras la cirugía de espalda, recuperé la movilidad, pero añadí una gran cicatriz en las lumbares y un nuevo dolor en el lado izquierdo de la espalda, que antes no tenía. Tres veces más pasé por el quirófano, De allí salí con una prótesis nueva y una incapacidad permanente que ha dado un giro inesperado a mi vida. Al principio, sentí cómo mi tiempo se detenía, perdí mi independencia y las ganas de vivir. Pero de pronto, descubrí las redes sociales y empecé a escribir. Al principio, fueron tuits. Después crecieron mis letras, llegaron los microrrelatos y la poesía japonesa.
He recuperado de nuevo la ilusión por aprender, por seguir creciendo. Soy aprendiz de relatos y de poesía. He descubierto que la incapacidad es solo física. En mi cabeza aún queda espacio para la belleza y para las emociones, pero he de saber cómo expresar todo lo que guardo dentro, a mostrar todas las cicatrices interiores que me golpean el pecho y desean salir.
Estas son las marcas tatuadas en mi piel que han cambiado mi cuerpo y mi mente. Es el mapa de mis cicatrices lo que me ha mostrado el camino que me ha traído hasta aquí.

Pilar Alejos.      
           
CICATRICES
Es curioso la facilidad que tiene el olvido para no reparar en acontecimientos irrelevantes y poco a poco desvanecer aquellos que más te impactaron hasta resumirlos en abstracciones simples en nuestro imaginario.
La cicatriz sin embargo permanece obstinada marcando el territorio que un día desgranó dolor. En mi carne abierta sufrí 5 operaciones, también en mi cerebro se abrieron brechas de incomprensión que trazaron un mapa de problemas irresolutos que solo restañaría tiempo después asumiendo en plena introspección mi propia humanidad.
El tiempo también se atrevió a rasgar aquella tersa mirada de juventud en sinuosas líneas de expresión, curtiendo la piel de  rugosa experiencia.
Ahora miro la más honda de ellas, le paso el dedo, puedo notar el hueso debajo, siento su dureza, casi me muero de la infección pero aquí estoy.
Agradezco la oportunidad que me brindó de ver la vida con ojos ávidos para disfrutar  la fiesta de la vida.
Aquel olivo centenario, soberbio, majestuoso, de tronco grandilocuente, no habla de entronques del pasado, hachazos de la vida, ramalazos, avatares según que viento sople, y resilencia a prueba de tormentas. No duda cada día en derramar sombra y cobijo, sin importarle las nuevas heridas que le producirá el próximo bareo que se llevará sus frutos. En el veo a la abuela naturaleza que permanece enraizada en sus fundamentos naturales hablándonos de lo que es la vida, color, paisaje, cielo, vivencia.
Cara cortada me amenaza con su semblante desde enfrente, tal vez el lirismo de este escrito le exaspere. Tal vez no soporte mi cara de anonadado cuando escribo. Me libré de mis ataduras, de los puntos que suturaban mi herida, el olvido, la renuncia, el conformismo, la aceptación sangraban por entre mis dedos que intentaban taponar aque sangrado de sinsentido.
Caracortada se acercó a mí.
- ¿Ya has escrito tus últimas voluntades?
No, ¡no!, no podía aceptar que fueran las últimas. Miré la cicatriz que barría su rostro de cualquier gesto de compasión. Era profunda, fea, con ribetes rosados y negruzcos, le partía el entrecejo. ¿Cuál sería su historia?
Con ojos penetrantes de depredador me sostuvo la mirada hasta que disparó.    

miércoles, 4 de marzo de 2020

DE CICATRICES Y OPERACIONES

DE CICATRICES Y OPERACIONES



Mi primera entrada en un quirófano fue a la delicada edad de cuatro años. Un apéndice inútil y lacerante esperaba a ser extirpado. Una operación relativamente sencilla incluso en 1982...pero un quirófano siempre es un quirófano (valga la perogrullada formal de esta clásica construcción para manifestar mi respeto, por no decir otra cosa, a este lugar un tanto tenebroso; aunque, por suerte, aquella edad no me permitía tener un miedo...quiero decir, respeto...excesivamente consciente a mi primera operación). De ahí surgió la marca horizontal de 5 centímetros que se muestra entre mi ombligo y mi ingle derecha. Una cicatriz que me recuerda lo cerca de mí que estuvieron mis padres y mis abuelos en aquellos días de dolor y en ayunas previos a la extirpación, y de alivio y hambre tras despertarme de la anestesia. El bocadillo de salchichón que pedí ansioso a mi padre, cuando ya quedé liberado de aquel nefasto apéndice y todavía en la cama del hospital, es un recuerdo mítico y clásico en mi familia.
La segunda entrada fue bastante tiempo después, con 22 años. Osteocondroma se llamaba lo que hostigaba mi cadera izquierda. Un tumor benigno mezcla de elementos óseos y cartilaginosos. Anestesia total y cuando desperté el dichoso tumor ya no estaba. Una línea vertical de quince centímetros era el único testigo que iba a quedar de aquellas casi tres horas en quirófano. Esta cicatriz me habla de mis padres conmigo antes de la operación y después en la cama de hospital, donde pasé un par de días de recuperación. Pero ya no estaba mi abuelo, que había fallecido cuatro años antes; ya no estaba mi abuela, que estaba impedida en casa sin apenas poder moverse (un año después fallecería). No es mi intención, porque mi talento como escritor no da para tanto, transmitir a nadie que lea esto la pena que sentí después de la muerte de cada uno de ellos, pero lo cierto es que así fue.
La cicatriz en forma de trilobites que domina la espalda desde su parte alta es la que recuerda permanentemente que aquel mes de septiembre de 2013 me extirparon una peca sospechosa que dejó de serlo y de provocar peligro una vez fuera de mi piel. En la sala de espera previa a mi entrada al pequeño quirófano me acompañaba mi madre. Era la misma sala en la que cinco años y medio después yo la acompañaba a ella antes de que entrara en otro quirófano, esta vez para sufrir una operación de mucha mayor importancia y mucho más seria: la extracción de un tumor en el riñón no es poca cosa. Pero ahí estuvo mi increíble madre despertando horas más tarde de la anestesia y venciendo al monstruo.
La pequeña marca oculta por el pelamen del pecho y situada justo al lado del pezón derecho habla de otra extirpación de nevus en agosto de 2018. Menos de un mes después me esperaba otra sala de hospital muy especial, la que me ha dado la mayor alegría de mi vida sin paliativos: un paritorio. Cierto es que hasta que no fue efectivo completamente el efecto de la epidural inyectada, aquel día no había sido el mejor en la vida de mi novia, pero desde el momento en que apareció la cabeza de nuestra hija por su vagina, sanguinolenta y hermosa al mismo tiempo, el cambio fue radical. No había otra cosa que felicidad.
Unas cicatrices que son testigos de momentos vividos con intensidad, que encierran unos recuerdos imborrables, sí...pero prefiero que ningún recuerdo venga ya más de la mano de un quirófano.


Recorrido por mis tangentes

Debo confesaros algo: Nada de lo que quede descrito aquí tiene garantía de verdad. Tal vez mi cuerpo sea el mismo cada día, milimetricamente más hinchado, sutilmente más fatigado, pero mi percepción es una maldita montaña rusa, llena de curvas y caídas libres. Lo que sí puedo aseguraros es que tras cada tangente, elipse y algún que otro vértice se esconde una historia casi tan auténtica como mi imperfección.

Pies con tendencia a ángulo obtuso que adoran caminar con fuerza, sentir como la vibración del suelo les atraviesa y continúa directa hacia mis caderas. Pies que durante muchos años se avergonzaron de usar tacones. Así eres demasiado grande, susurraban desde fuera del cuerpo otros cuerpos acomplejados. Corría el año 2015 cuando se calzaron unas buenas cuñas y juntos, les pateamos la boca obligándoles a tragarse sus opiniones.

En mi ingle derecha hay una cicatriz que debió ser pequeña. Tal vez debería haber hecho caso a los médicos y guardar reposo durante tres días. Pero debía hacer tantas cosas por entonces, que al final, como siempre, no pude permitirme el lujo de descansar. Y ahí está ella, una línea curva de alrededor de tres centímetros recordándome mi pasión por experimentar y aprender. Por mi afán de no dejarme nada por vivir,

Entramos en zona de curvas. La primera es la más pronunciada, mi preferida. Eso si, como todo en la física, debe ser compensada. En estado de reposo, el sumatorio de fuerzas es igual a cero. Newton predijo mi marcada curva lumbar. Y claro, mi médico, bien sabido de ello me mandó salir de mi habitual estado de reposo. Así descubrí mi gusto por la natación y el deporte. 

En la línea del sujetador está el tatuaje que nunca he atrevido a hacerme. Las fases lunares. El ciclo. Renacer del vacío. Desmontar la realidad. Volver a crearte. Yo.

La curva sutil de mis pechos, esos que tanto odié y oculté. Estuvieron muchos años tras el cojín. Pero fueron igual de rebeldes que sus hermanos los pies y lograron liberarse. Ahora adoran los bralettes y los suéteres gruesos bajo los que ser ellos mismos.

Al lado izquierdo de mi nariz hay un lunar. O más bien, un solar, porque suele ser el centro de atención. Me hace especial y ese es el motivo por el que me gusta tanto. Diferente. Raro. 

Aún queda mucho por recorrer, explorar y reconocer(me). Los años lo harán cambiar, y le pintarán nuevas historias que contar y compartir. 

Cita arriesgada

Cita arriesgada



El cuerpo de Heinrich yacía desnudo en la mesa de autopsias. Era un hombre corpulento, que vivía en Leipzig , Republica democrática de Alemania (DDR), con su mujer Lina y sus dos hijos. Le habían traído al hospital ya en muy mal estado, a los agentes de la STASI y los VOPOS se les había ido la mano. La doctora Ulrich examinó primero las heridas que parecían más recientes, tenía la cara y las costillas destrozadas, y posiblemente eso. más la hemorragia interna, fue la causa de la muerte. pero le llamó la atención que estas heridas recientes no eran las únicas que presentaba. Tenía una cicatriz que parecía muy antigua en el hombro derecho. Era una herida de bala. ¿había luchado en la segunda guerra mundial?. miró el papel que estaba pegado al bloc con su historial: fecha de nacimiento: 1910, así que ahora tenía 65 años. le entró una curiosidad irrefrenable por conocer la historia de aquel hombre, que presentaba además una herida de metralla en el muslo derecho, y un tatuaje con 5 números en el antebrazo derecho. O sea, había estado en un campo de concentración. ¿un miembro de la resistencia? no había muchos en Alemania durante la época nazi, pero los hubo. Cogió el bloc con el historial y salió para ver si podía hablar con algún familiar. Una enfermera fuera de la sala le indicó donde se sentaban Lina y sus dos hijos. Perdoneneme, pero estoy viendo el cuerpo de Heinrich y me llama la atención la cantidad de heridas que tiene de hace mucho tiempo. ¿cuando se las hizo? ¿donde?. La mujer llorosa cogió fuerzas y le empezó a contar. Heinrih ha sido siempre un buen comunista. A los 20 años ingresó en el KPD (Partido comunista de Alemania), cuando hacía falta ser muy valiente para hacerlo. Durante el intento revolucionario del 19, los escuadrones de la muerte de la extrema derecha habían asesinado a miles de militantes del KPD y del SPD. y en 1930 los Nazis con sus gorilas de las SA era ya los dueños de la calle. Cuando se incendió el Reischtag en el 33, los comunistas fueron detenidos por miles y enviados a campos de concentración. Heinrich se libró de milagro de acabar en los calabozos de la gestapo, de donde no solía salirse con vida. tres años después empezó la guerra de españa. y él, como muchos de sus camaradas, se subieron a un tren y cruzaron Francia para acabar en la base de las Brigadas en Albacete. Allí , en el campo de entrenamiento de La Roda se formó la XI brigada Thaelmann, formada por alemanes y austriacos. en cuanto estuvieron mínimamente preparados los mandaron a Madrid, que por entonces aguantaba el empuje del ejército franquista. su unidad se situó entre la ciudad universitaria y la casa de Campo, en el lugar conocido como puente de los franceses. allí resistieron las embestidas fascistas durante 10 días y diez noches sin descanso. y allí recibió una bala en el hombro, que le obligó a retirarse a un hospital de campaña en el retiro, y luego a recuperarse en Benicasim, a la orilla del mar. Heinrich decía que aquella había sido la época más feliz de su vida, bañándose a diario en el mediterráneo y disfrutando de buenas comidas y de la camaradería de sus compañeros de las brigadas. Aprendió algo de Español y creo que tuvo alguna aventura con una chica de pelo moreno y ojos negros del pueblo. Cuando se recuperó se lo llevaron a Valencia, y desde ahí , con su brigada reagrupada, al frente del ebro. Donde volvió a vivir el infierno de la guerra. participó en la batalla de Terual, donde un mortero le dejó la segúnda cicatriz , la de su muslo. Eso le dejó con una cojera permanente durante toda su vida. Cuando desmovilizaron las brigadas por la presión del comité de no intervención, volvió a Valencia , donde cogió un barco que le llevó a Hamburgo. Como puede entender el recibimiento de las autoridades alemanas no fue entusista. Pero él volvió a contactar con sus camaradas del KPD en Leipzig, y se dedicó con toda su alma a intentar impedir el triunfo de Hitler cuando empezó la guerra. Su célula fue identificada por la gestapo en el 40, y eso le llevó al campo de Mauthausen, en Austria donde le grabaron el número de identificación que ha visto en su brazo.  En los años siguientes, empezaron a llegar al campo republicanos españoles con los que Heinrich podía comunicarse en español sin que los guardias de las SS les entendieran. a pesar de sus heridas Heinrich era muy fuerte, así que aguantó los malos tratos, el trabajo en la cantera y la mala comida que recibían los internos. En septiembre del 44 uno de los españoles le enseñó un recorte de periódico en el que se veía un blindado con las banderas francesa y española, y la palabra TERUEL grabada en el blindaje. Mira, los republicanos de la novena compañía de la segunda división del general Leclerq han liberado Paris, esto ya no puede durar mucho más. La visión de aquellos soldados que habían luchado con él en el Ebro, y ahora detentaban a los nazis fue uno de los momentos que Heinrich siempre recordó.por fin en la primavera del 45 los americanos tomaron Linz y liberaron el campo. Heinrich usó el dinero que les dieron para comprar un billete a Viena y sin quitarse su triángulo rojo, se presentó ante un oficial soviético, que había participado en la liberación de la ciudad. Aunque el final estaba cerca, la guerra todavía duraría un mes. así que se ofreció a alistarse en el ejército rojo para ayudar a liberar su país. Al oficial le pareció una buena idea, no tenían mucha gente que hablara Alemán, así que le destinaron a un grupo d asalto que entró en Leipzig encabezando las oleadas siviéticas. al acabar la guerra se afilió al PC de la DDR y consiguió un puesto de trabajo en una de las fabricas de frigoríficos de la ciudad. Le fue bien, nos conocimos, tuvimos dos  dos hijos y era razonablemente feliz, a pesar de vivir con muy poco. Sus superiores le sacaron de la linea de montaje y le enviaron al departamento de ingeniería inversa, donde destriparon durante años frigoríficos fabricados en el Oeste para copiar sus mecanismos y sus métodos de fabricación. llegó a ser respetado por todo el mundo en la vábrica, no sólo por sus heridas de guerra luchando contra los fascistas, sino por su competencia profesional y su compañerismo. La doctora no entendía porqué aquel hombre había muerto de una paliza a mansos de la policía de la DDR, así que le preguntó directamente a Lina qué había pasado. A pesar de l felicidad de Heinrich, tenía una cuenta pendiente. Tenía una hermana que vivía en el oeste, en Hildesheim, cerca de Hannover. estaba casada con un ingeniero que trabajaba en la fábrica de IBM de Hannover. pero desde la construcción del muro, no la había visto en los últimos 15 años, así que escribió a su hermana para proponerle que se vieran en un area de servicio de la autopista federal que cruzaba la DDR hasta Berlín. Esto estaba totalmente prohibido, y podía considerarse una traición a la República. lo que podía costarle acabar en la carcel o algo peor. de todas formas pensó que valía la pena. así que quedaron el siguiente Domingo. Heinrich les dijo que debían hacer, se verían en un area de servicio en el punto medio del recorrido entre la frontera y Berlin. Los cuatro miembros de la familia se subieron al traban, que hacía un ruido del demonio y echarba un humo negro alarmante por el tubo de escape. llegaron al area de servicio y aparcó frente a la gasolinera. Entonces parecieron su hermana t cuñado en su despampanante BMW serie 5 de color negro metalizado. Para más escarnio lo paró al lado del traban, para mostrar a Heinrich lo bien que se vivía en el otro lado. Heinrich empezó a pensar que igual no había sido tan buena idea, pero se abrazó a su hermana y le llenó de besos, algo que no hacía en 15 años. yo le advertí, ten cuidado, esto está lleno de policías y miembros de la STASI. pero él no se contuvo en nigun momento. La hermana de Heinrich se soltó y se fue hacia el coche, del que volvió con un sobre. Heinrich lo abrió con un temblor terrible en las manos, dentro había una cantidad indecente de dinero en Marcos federales. Lo suficiente para compra un nuevo frigorífico occidental y una lavadora en las tiendas libres de impuestos de la Berliner Strasse. Algo que un obrero de la DDR no se podía permitir en Eda su vida. de repente les vi, una pareja de VOPOS nos había visto, y lo que es peor , había visto el sobre que nos habíamos intercambiado.No se acercaron hasta que la hermana y el cuñado de Heinrich no se subieron a su coche y salieron hacia la frontera. los VOPOs nos pidieron la documentación, tomaron nota de todo y se subieron en su coche en dirección a Berlín.

A la mañana siguiente el director de la fábrica llamó a Heinrich. Te has avergonzado a tí y a todos los que trabajamos aquí. ¿qué pensabas? Tienes que dejar de trabajar aquí y vas a ser expulsado del partido. y no pierdes la pensión por tu historial anterior en el partido. ¿qué has hecho? ¿ Has pasado información a los del otro lado? ¿Informacion de qué? ¿de como fabricados frigoríficos? les daría un ataque de risa. Sólo quería ver a mi hermana, hacía 15 años que no la veía. Pues te va a salir muy caro. Ahí fuera hay un par de agentes de la STASI que vienen a detenerte. será mejor que colabores, si no quieres que ocurra algo peor. Así que Doctora, lo que pasó en las 12 horas que estuvo en el cuartel de la STASI debe de explicar porque ahora mi Heinrich está muerto, después de toda una vida de servicio al partido.

lunes, 2 de marzo de 2020

Solo la barbilla partida


En mitad del antebrazo izquierdo, tres dedos por encima de la decolorada piel que deja el uso del reloj, una mancha oscura cargada de melanina, y dentro de ella pequeños núcleos más oscuros, allí estaba, desde siempre. Cuando deslizaba el dedo sobre su superficie, ligeramente abultada, Vicente recordaba a su madre.
Las tardes invernales, en la cocina, junto al calor de aquel artefacto que igual servía para cocinar como para calentar, alimentado por pequeños trozos de leña de naranjo.
—Eso, hijo mío, es un antojo que tuvo la mamá cuando te llevaba en mi vientre —decía Pilar, mientras su hijo la miraba embelesado, orgulloso de llevar marcado en su piel la firma de su madre—, me apetecía con ansia comerme una naranja, pero aquellos días no eran época de naranjas, todavía era pronto. Y ahí la tienes, en tu brazo.
—Mamá, pero si no se parece en nada.
—¿Y qué más da?, es nuestra naranja.

Algo más arriba, sobre la ceja derecha, un surco depilado partía el entrecejo en dos, tachando el peludo arco ciliar, dividiendo el antes y el después del pequeño accidente doméstico que dio con Vicente de morros contra el acerado canto de la vieja estufa, caliente para más detalle.
La sangre brotó en desmesura, mientras el chico se deshacía en un manantial de lágrimas de desconsuelo, apenas tenía tres años. Pilar, su madre, no se dejó vencer por el escándalo bermellón. Con mimo lo llevó a la pila, esa pila de granito desgastada de tanto frotar y donde ella lo lavaba todos los sábados, enjuagándolo con el agua caliente puesta al fuego y hábilmente templada para su niño. No hubo más remedio que darle un par de puntos de sutura que, con el tiempo, dejaron aquella marca indeleble en la frente del muchacho.

—Estate quieto que te voy a hacer daño sin querer, ¿no ves que solo voy a cortarte las uñas?
—Jolín, mamá.
La uña del dedo pequeño del pie siempre se resistía. Este montaba ligeramente sobre su aledaño. Vicente no podía recordar si lo tuvo así siempre o aquello se fue deformando con el paso de los años. Sus padres compraban zapatos recios, de mala calidad, y él los iba domando poco a poco de modo que, cuando comenzaba a acostumbrase a ellos, tenía que pasárselos a su hermano menor. Allí no se desperdiciaba nada.

El lunar en la mejilla y la barbilla partida, carecían de sospecha alguna. En su padre, abuelo, quién sabe si otros antepasados suyos, se apreciaban estas características. Herencia. En la cara de su padre destacaban junto a una barba fuerte y ruda de dos días, de las que más que pinchar, abrasan, como la sentía él cuando su progenitor le daba, cansado y agotado por el trabajo, el beso de buenas noches, impregnado de aroma a tabaco negro y barato, quemado en desmedida.

—Y dice usted, que eso es todo, ¿no?
—Así es, señor, esas son las marcas que recuerdo de mi hermano, como le dije antes, hace muchos años que no me fijo en esos detalles.
—Espere pues, vuelvo en un momento.
La sala era fría y aséptica, cargada de malos augurios envueltos en formol. Esperó con desesperanza temiéndose un trágico desenlace. Rezaba cuando volvió el enfermero.
—Vaya usted tranquilo, señor. El interfecto no tiene una mancha de naranja, ni ceja partida, ni dedo del pie que monte sobre el vecino, tampoco un lunar en la mejilla. Eso sí, la barbilla partida, como Kirk Douglas.

domingo, 1 de marzo de 2020

DESNUDO



Desnudo delante o detrás de un doble espejo. El mismo en el que antes se contempló mi madre. Ese en el que vio su piel perfecta y que se fue, perfecta, antes de tiempo, dejando una cicatriz que quedó abierta.

Repaso un cuerpo adulto que siempre veo, displicente, con los mismos ojos de eterna juventud de veinte años; supongo que por la paulatina disolución de mis neuronas.

Ella se acerca y me besa en la pequeña protuberancia del inicio de mi espalda allí donde empieza la tremenda cicatriz que separa nuestros glúteos. Aquella maldita escalera me dejó casi inerte y un montón de rostros preocupados preguntándome: “¿Puedes mover las piernas?” “Pues claro que puedo, que esperabais…”- respondo entre sollozos contenidos-.

Me besa allí en la frente donde la incipiente calvicie ha descubierto una cruz oculta. Cruz de funambulista de baratillo que en una silla y de pie sobre la cama, intenta sostener una sombrilla. Inicios en la aviación. Vuelo frustrado contra el cabezal. Caudal de tinta roja en mis mejillas. Abuelo que me examina las pupilas, inquieto por si siguen o no el movimiento de la luz de la linterna que le sirve de llavero.

Me besa en la rodilla. Guerra de piñas en “Villa Pinada”. Primos y primas ríen corriendo. Refugio de depósito de agua con groseras vigas cuyos forjados oxidados cortan como espadas. “¡Llevas la pierna colgando!” grita un niño. Corte limpio. Clínica de médico de pueblo. Cose con aguja e hilo de bramante. Desinfecta con el mismo brandy que se esconde en su aliento. Visión borrosa que el achaca a sus sucias gafas. No duele la herida, hiere mucho más la cura - pienso mientas muerdo el pañuelo que me sirve de única anestesia-. “No te muevas o perderás los puntos, niño”. Puntos perdidos.

Me besa en el cabello, donde hundido reposa el canto de una silla, y en la mano donde llevo clavado un bolígrafo “Bic”. Perdedor de causas nobles y alma confiada en la bondad de los amigos. “¿Acaso me crees capaz de atravesarte la mano con el boli? Vamos, ponla”. Mano atravesada. Una pelea, cráneo hendido. Otra vez brandy en una enfermería de colegio, esta vez con grapas y cabellos mal unidos para cerrar la ira.  
Tiene sus consecuencias enfrentarse al líder. Antes no lo sabía.

Me besa en la boca. “Nunca fui al dentista”, presumía. Cándido adulto que piensa en la simplicidad de un patinete. Registro de aguas bajo la pendiente que espera inquieto su siguiente vÍctima. “¡Vamos Rafa, no hagas el tonto!”, me grita Cristina “vas a asustar a los niños”. Varios dientes blancos destacan en el asfalto negro. El meñique mira hacia otro lado dando a la mano una apariencia inútil. No duele la herida, duelen ahora las miradas de la gente que huye. Solo mi mujer me abraza en el suelo. Y yo pienso: “Vamos Dios, dame una segunda oportunidad”. Seguro que volveré a cagarla.

Y al final un abrazo, por aquella vez, que en la ambulancia mi novia me perdía. Ya no pedí clemencia. ¿Juventud truncada? Angustia por lo que no hice. Después tranquila resignación, y tras la nada, escuchar su voz y agradecido volver a abrir los ojos.

No duelen las cicatrices que restañan heridas.
No duele la muerte.
Solo duele la vida no vivida.

Textos para lectura previa de cara a la última clase

TRANSIRAK MR.PERFUMME ¿Quién podría amar a una medio máquina? ¿Quién sería capaz de bucear bajo su gruesa capa de metal? ...