El día de Rahma.
Rahma tiene prisa. Son las seis y media y no quiere llegar
tarde al trabajo. Casi ha terminado de preparar el desayuno y la comida de hoy,
cuando oye toser a su marido. Malek, ¿qué haces levantado? vuelve a la cama.
Malek lleva una semana con bronquitis y sin trabajo. Tampoco
es que haya mucha faena ahora. Trabaja de albañil en lo que cae y ahora la cosa
está un poco floja. La semana que viene irá a Murcia con su hermano Amil, allí
parece que hay más oportunidades. Todo irá bien si Dios quiere.
Me marcho ya, en la olla grande está la comida de hoy, y en
la bandeja tapada con un paño hay mesmen para el desayuno, sólo falta preparar
la leche. Asegúrate de que Karim se levanta a tiempo de llevar Maissa al
colegio. Que la recoja a las cinco y que se quede en casa y estudie un poco,
este chico está cada vez más rebelde. Y no se te ocurra fumar. Ve con Dios, mujer, ya hablo con él.
Rahma sale corriendo para pillar el tranvía de las 7.00,
pero aún tiene tiempo de tocar a la puerta de de Amira, tres hijos
pequeños y sin más ayuda que la caridad de sus vecinos musulmanes. Buen día,
Amira, he preparado mesmen y te he apartado unos pocos para que los probéis. Y
esta olla con pollo guisado para comer. Me marcho corriendo, ¡que no llego!
Dios te bendiga.
Deja a Amira en el rellano deshaciéndose en agradecimientos,
mientras baja los escalones de dos en dos para no perder el tranvía, que coge
por los pelos. Con ella suben otras dos compatriotas a las que saluda con un
gesto breve, pero cordial. Se sientan separadas en el vagón casi vacío y cada
una se queda mirando al horizonte que ya clarea, absortas en sus propios pensamientos.
Lentamente se repite la secuencia de todos los días: Televisión
Valenciana, Vicent Andrés Estellés, Sant Joan, La Granja… El vagón se va
llenando poco a poco. En el Empalme ya está abarrotado. Rahma y se mira en el
cristal y apenas se reconoce. Ya tiene cuarenta y sigue siendo guapa, con el
pelo negro y brillante, una mirada profunda y esa piel oscura, casi aceituna,
que ella preferiría más clara pero que todavía encandila a Malek las pocas
veces que tienen ganas y tiempo. Sin embargo, está perdiendo la ilusión y se
siente cansada. La vida en España es mucho más dura de lo que esperaban. Salarios
bajos, soledad, sensación de desamparo: siempre seremos extranjeros en una
tierra que no nos quiere.
Le preocupa Karim. No le gustan nada sus amigos del barrio.
Quizás podría llevarlo a la mezquita a ver si se junta con los chicos que van allí,
pero, la verdad, tampoco le convencen los fanáticos que la dirigen ahora. El
último viernes le recriminaron por ir por la calle sin pañuelo. ¡Pero si nunca
había llevado pañuelo en su pueblo en Marruecos! ¡Ni ella ni ninguna
mujer! cómo voy a llevarlo aquí!
Sí, Karim está pasando malos momentos. Malek y ella están siempre fuera de casa
trabajando ¿Cómo pueden educar así a sus hijos? Ayer le pidió unas zapatillas
nuevas, mamá todos los chicos llevan zapatillas de marca, hasta los más
pringados, ¿por qué tenemos que ser distintos? Unas Nike de 75 euros.¿75 euros
por unas zapatillas? ¿de dónde los saco, hijo mío?
Se baja en Benimaclet y cruza Primado Reig hasta llegar a
Jaime Roig. Primero pasa por la panadería y el quiosco. Chapatas recién hechas
para los bocadillos de las niñas y croasanes y El País para el desayuno del
señor. Toca al telefonillo y contesta la señora. Un minuto más tarde le abre la
puerta de la casa, ya arreglada para salir. Huele a café y en la radio suenan
las señales de las ocho en la Cadena Ser.
Noemí es una mujer algo mayor que Rahma, quizás 45, aunque
parece bastante más joven. El marido, Chema, debe ser de la misma edad. Es
ingeniero o algo así. Noemí es abogada y trabaja en un despacho del centro.
Aunque entra a las 9.30 le gusta que Rahma llegue a las ocho, para que prepare
el desayuno y se haga cargo de las niñas. Además, así tiene tiempo para darle
las instrucciones de la jornada.
Realmente, Rahma no necesita instrucciones de ninguna clase:
todos los días son exactamente iguales. Preparar desayunos y los bocadillos,
arreglar a las niñas, vigilar que desayunen en condiciones, llevarlas al
colegio, comprar en Mercadona lo que pone en la lista de la señora, recoger la
cena y el desayuno, ventilar las habitaciones y hacer las camas, limpiar la
casa, poner la lavadora, hacer la comida de las chicas -los señores comen
fuera-, meter la ropa en la secadora, recoger la cocina, ir al colegio a por las
niñas, comer con ellas, recoger la cocina, llevar a las chicas al colegio,
planchar, preparar la cena (una cosa ligera, Rahma, en esta casa nos gusta
comer sano) recoger de nuevo a las niñas. Cuando vuelve a las cinco y media, la
señora ya ha llegado. A las seis termina su jornada, entonces debe volver al
tranvía y llegará a casa pasadas las 7 de la tarde.
Rahma está razonablemente contenta en este trabajo. Aunque
la jornada es larga y ganaría más limpiando casas por horas, aquí cotiza en la
seguridad social y tiene una paga que no será alta, pero sí segura. El trabajo
de Malek es muy irregular y necesitan tener algo fijo todos los meses.
Hoy, antes de salir, la señora quiere hablar con ella para
pedirle un favor. Rahma, el domingo es el día de la mujer trabajadora y estoy
organizando en casa una comida, sólo de mujeres, con mis compañeras de trabajo.
Pensaba si nos podrías preparar un cuscús , ¡te sale tan rico! ¡Les va a encantar!
Por su puesto te pagaré las horas extras … ¿a 10 euros la hora? ¿Qué te parece?
¿Qué me parece? A Rahma le parece que ya trabaja 12 horas al día, le parece
que los sábados y domingos son los días que tiene para estar con sus hijos y
organizar su propia casa, le parece que su marido se va el lunes a Murcia y no
sabe cuánto tiempo estará sin verlo, le parece que estas cristianas ricas y
egoístas bien podrían aprovechar la fiesta para gastar su dinero, junto a sus
familias, en un restaurante, y le parece que 10 euros la hora de un domingo es
una paga de mierda. Eso es lo que le parece. Pero Rahma también piensa que Dios
le ha puesto una oportunidad delante y que debe aprovecharla. Sabe que la
señora ya se ha comprometido con sus amigas y sabe que puede pagar más.
Negociar con españoles es muy fácil: enseguida sabes lo que quieren. No sé
señora…, el domingo querría estar con mi familia…, mi marido se irá de viaje el
lunes….Venga Rahma, me tienes que ayudar, qué tal si lo dejamos en 15
euros la hora. Pero, señora, tendría que venir también el sábado para comprar
los ingredientes y traer mi cuscusera, en sus cacerolas no sale bien…. Claro,
claro, también lo incluimos. ¿Y el tiempo del transporte?, La Coma está tan
lejos... También, anímate Rahma, lo vamos a pasar muy bien, una comida de
mujeres. Luego iremos juntas a la manifestación, tú puedes venir, si quieres.
Es nuestro día.
Hoy sí ha sido el día de Rahma. Entre el sábado y el
domingo van a ser por lo menos 10 horas, ¡150 euros extra! Llama a Malek para contárselo
y, antes del tomar el tranvía, entra en una zapatería para ver de cerca esas
zapatillas de 75 euros con las que el lunes sorprenderá a su hijo mayor. Si
Dios quiere.
Álvaro