sábado, 29 de febrero de 2020

CICATRICES (Jorge)



Cicatriz  número uno: interior pie izquierdo.

Podría decirte que sucedió una noche. Conducía  una moto que había robado. Me salí de la carretera y el quitamiedos seccionó mi pie. Los bomberos encontraron mis dedos a unos veinte metros de mi pierna. Por suerte estaban todos. Quedaron unidos por los tendones. 

También podría decirte que me operaron antes de aprender a andar. Mi pie no estaba recto. Miraba hacia dentro. Pensaron que así nunca podría llegar a andar correctamente. A mí siempre me han parecido atractivas las personas cuyos pies están con un cierto ángulo hacia dentro. Como los de las asiáticas. Los pies de bailarina que parecen no querer saber el uno del otro me recuerdan a un anfibio.

Cicatriz número dos: costado derecho.

Podría decirte que siendo un adolescente recibí una paliza por cuatro tipos. Yo me defendí. Llegué a arrancarle a uno el lóbulo de le oreja con los dientes. Hasta que uno de ellos sacó unas tijeras y me las clavó.

También podría decirte que yo antes tenía un lunar ahí. Mi madre quiso que me lo quitase. A mí me gustaba. Ella decía que podría ser canceroso. El doctor dijo que no lo era. Aun así me lo extirparon. Por si acaso.

Cicatriz número tres: muñeca derecha.

Podría decirte que cuando estuve en Tailandia me arrestó la policía con dos kilos de marihuana. Me tuvieron encerrado varios días en un cuarto sin ventilación de la comisaría. Me mantuvieron atado con una cadena que me fue perforando poco a poco la muñeca hasta que pude ver un hueso. No sé si era el cúbito o el radio.

También podría decirte que, siendo un niño, en el colegio, me colgué del larguero de una portería y, al dejarme caer, uno de los clavos que se usaban para colocar la red de fútbol, se llevó un trozo de carne.

Podría decirte que mi cuerpo muestra la angustia y la lucha a la que he tenido que enfrentarme en esta vida, pero no. Ahora que lo miro, tengo un cuerpo aburrido.


                               FIN
     

jueves, 27 de febrero de 2020

Un día nefasto


Cuando mi madre, acompañada por el abuelo, llegó a la consulta privada del doctor, este se afanaba en tirar a la calle a sus pacientes. No valía de nada que todos ellos estuviesen al corriente en el pago de la iguala, se enfrentaban a una situación excepcional y su puesto estaba en el ayuntamiento.
— Tot lo mon a casa, han pegat un colp d´estat i la cosa está ben fotuda —animaba con premura a viejos, mujeres y niños, visiblemente nervioso.
—No corra tanto don Alfredo, parece que la xiqueta se ha puesto de parto y necesito que la reconozca, no tengamos alguna desgracia.
—No me toques los cojones, Pepe, ¿tú sabes cómo está la cosa?, me están esperando en el ayuntamiento, habrá que organizarse.
—Mira, Alfredo —añadió con seriedad mi abuelo—, en estos momentos me la trae floja si dan un golpe de estado o resucita el dictador, tú primero atiendes a mi hija y después haz lo que te salga de los cojones, ir al ayuntamiento o tirarte al monte, eso es cosa tuya, pero lo primero es ella, ¿estamos?
Resignado y temeroso de que al abuelo se le fuese la mano, tomó asiento tras la mesa, extrajo un Ducados del paquete alojado en el bolsillo de la bata y, después de vaciar el cenicero, maloliente y repleto de colillas, se dirigió a mi madre.
—Blanca, a la camilla. Súbete la falda y quítate las bragas, a ver cómo va eso.
El abuelo miró de soslayo al médico con cara de pocos amigos —el doctor tenía fama de quitarle la ropa a sus pacientes femeninas, aunque su única dolencia fuese un dolor de muelas—. Poco tardó en reconocerla, en esta ocasión no se entretuvo en dudosas maniobras. Tras atender al teléfono, se quitó la bata con prisas y aconsejó al abuelo para que llevase a su hija al hospital si ello era posible. Al parecer, según le habían dicho, una columna de blindados entraba por la avenida del Cid camino del centro de la ciudad.
—Gracias Alfredo, ni toda la división acorazada Maestrazgo va a impedir llevar a mi hija a la maternidad, no creo que tengan agallas para impedir el paso a una mujer embarazada camino del hospital para dar a luz, por muy fachas que sean.
—Cuidado, Pepe, son fachas y brutos.
En una Valencia de calles vacías, escasas luces en las ventanas, ocupada por blindados, de novios sin novias, familias enteras pegadas a la radio y como toda cobertura legal el bando militar del teniente general Jaime Milán del Bosch, vi la luz en uno de los paritorios del hospital Provincial. El fruto del pecado, que fui yo, abandonó el seno materno a falta de tres minutos para finalizar el fatídico día del intento de golpe de Estado. Me pusieron Cruz, un nombre asexuado que igual sirve para hombre o mujer, quizás porque así me veían, como la cruz que portaría mi familia, la rémora de Blanca, una de las primeras madres declaradamente solteras de aquel Alaquàs de principios de los ochenta, que comenzó a respirar, pasada la una y media de la madrugada, cuando el Borbón, acicalado con el uniforme de capitán general de todos los ejércitos, envió a los españoles a la cama. Mi abuelo no pegó ojo, no escuchó la radio, se limitó a pasear por la habitación, entre mi madre y yo, hasta que el sol venció la noche más larga de la recién estrenada democracia española.



miércoles, 26 de febrero de 2020

Marcelo

El despertador de Marcelo suena cada mañana a las siete y media. Marcelo se gira noventa grados, se abraza las piernas y justo a las siete y treinta y cinco minutos pone su pie izquierdo en el lado derecho de la cama. Estricta ducha cronometrada por la introducción de noticias de radio 3. Marcelo baja al bar de la esquina de Blasco Ibáñez y Cardenal Benlloch de lunes a domingo. Un café solo como la vida, ya sabes, amargo y sin endulzar. Carla siempre le sirve con una sonrisa. Pobre alma triste. Marcelo se lo bebe rápido en la primera mesa de la terraza, llueva o truene, para después posarse con los brazos en jarra a observar a todo ser que se cruce en su mirar.

Marcelo tiene los pies grandes y el paso corto. Sol, la dueña de su Panadería preferida adora observar su curioso caminar. Hay que ver lo raro que es el señor Marcelo. Un par de ensaimadas y un paseo largo. Después de una vida autómata, no importa cuanto ansiara el cambio, no se atrevía a salir del cómodo manto de rutina. Le gustaba sentirse arropado.

El día 25 de febrero de 2020 a las 21:32, Marcelo entró en un pequeño bar del barrio de Benimaclet. Aunque él no lo admitirá jamás, el motivo de su inusual cambio de aires tenia nombre: Penélope. Marcelo esperaba una cita, pero Marcelo fue plantado en un barrio que desconocía. Marcelo necesitaba una copa de coñac donde ahogar su ilusión. Lo que jamás imaginó fue lo que encontraría en aquel local. Sus piernas, sus manos, su voz, sus grandes orejas, nada y todo cambió al atravesar aquella puerta. La ya considerada enterrada alma de Marcelo poseyó cada milímetro de su viejo cuerpo. Tomó un libro de poesía de la estantería y decidido caminó hasta el pequeño escenario del fondo. Todos le observaban, pero no sentía ningún pudor. Recitó desde el pecho. Trató de recorrer con la mirada todas y a la vez ninguna cara. Así era él, pura contradicción. Entonces la vio. La abrazó y se sintió más Marcelo que en sus setenta años de vida: La armónica.

Cada martes al atardecer, Marcelo se convierte en su auténtica versión. Cada Martes a las 21:32 Marcelo toca la armónica en el Kaf Café.

el contagio

El contagio


Me llamo Fermín, tengo 62 años, y llevo una semana en este hospital a causa de una neumonía. hoy el médico nos ha dicho que he dado positivo en el coronavirus. y ha empezado el interrogatorio. no , no he viajado a China , Italia ni ningún país de riesgo. mi único contacto con personas extrañas a mi entorno habitual fue la reunión de trabajo hace un par de semana con unos clientes de Madrid. Pero que yo sepa , ninguno de ellos ha estado en esos sitios tampoco. me han pedido los nombres para comprobarlo. No me gusta dárselos, me ha costado mucho conseguir ese contrato, y ahora si les llaman diciendo que estoy contagiado, podrían fastidiarme este trabajo que me parece tan atractivo. Pero mi mujer ha insistido: piensa en ellos, sería una irresponsabilidad no advertirles y que tú se lo hubieras contagiado a ellos. Claro, no he podido decir nada de lo de Lola. me ví con ella hace diez días. Nuestro contacto fue más íntimo de lo que mi mujer puede conocer, la llamaré en cuanto tenga un segundo sin la presencia de mi mujer para advertirle. Quizás fuera ella la que me contagiase a mí, pero eso no importa, si está enferma también debe saberlo, sea cual sea el origen de este problema.

Lola fue una antigua compañera de trabajo en la empresa donde yo trabajé hace veinte años. Entonces los dos estábamos sobre los 40, y ella era tremendamente atractiva, con su pelo rubio y sus ojos azules. Entonces no pasó nada, pero cuando la he encontrado ahora no he podido resistirme a la tentación de invitarle a una copa, y después a intentar recuperar aquella relación que no fue posible en su día. Pero todavía quiero a mi mujer. han sido muchos años juntos, y no puede enterase que esto ha pasado, ni siquiera por esta maldita mala suerte del virus. cuando me he encontrado mal ella ha estado siempre conmigo, y ahora no la dejaría por una relación incierta. además, supongo que el encontrarme ahora tan mal me hace más vulnerable, menos independiente para tomar decisiones. Por fin estoy solo, busco el contacto en el móvil y marco. ¿Lola? soy Fermín, como estás. bueno, yo no muy bien. estoy en el hospital con el dichoso coronavirus. te lo digo porque si empiezas a encontrarte mal llames a urgencias enseguida. me alegro que tú estés bien, puede que yo me contagiara después de vernos, pero tenía que avisarte, por si acaso. me alegro de oírte otra vez. No, no podemos vernos, y menos en estos momentos. es mejor que pensemos que lo de la semana pasada nunca ocurrió. Lola, no puedo seguir hablando, te escribiré algo por messenger cuando salga de aquí para decírtelo. Si tú te pones enferma dímelo. Ten cuidado. Adiós.  ¿con quien hablabas? con nadie, uno de los que estaban en la reunión de trabajo. le he llamado para avisarle de lo que pasaba, para que no se enteren cuando less llamen del Servicio de Salud. Vale, ¿seguro que no has estado con nadie más que pueda haberte contagiado? estas cosas no suceden sin una causa. hace ya algunos días que te encuentro raro, incluso antes de que te pusieras enfermo. no, no me pasa nada, solo un montón de mala suerte con esta enfermedad ahora. además, esto puede venir de cualquier sitio, nos cruzamos con cientos de personas cada día de las que no sabemos donde han viajado, o con quien se han acostado. Me ha tocado a mí, por pura casualidad. de todas formas todavía soy joven, la gente que muere de esto suelen ser más mayores. Dentro de unos años nos acordaremos de esto y nos parecerá gracioso, como cuando  Elisa cogió la gripe A en el campamento en Francia. a ella le sirvió para hacer muchos amigos en la cuarentena, cosa que desde luego no me ocurrirá a mí. lo único que espero es que tu no te pongas mala. no me lo perdonaría nunca. 

martes, 25 de febrero de 2020

LA CARAVANA

LA CARAVANA

Las diez menos cuarto de la noche y el encargado espera inquieto para cerrar la puerta del supermercado. 

Miguel va recogiendo carros de uno en uno. Lleva todo el día empujándolos de una salida a otra. Le duelen los riñones pero no se queja. Nunca le gustó hacerlo, pero Miguel tiene asumido su papel de mula. Sí, mula de carros. 

  • El mundo al revés, colegas. Antes los animales iban delante de los carros y ahora las personas van detrás ¿Qué es lo que más importa? ¿El animal o el cargamento? - dice mientras almuerza su bocata de tortilla de patatas con mahonesa. 
  • No te cuidas Miguel, tanta filosofía acompañada de patata y mahonesa te pasarán factura…- bromea una compañera.  
  • ¿Factura? Factura pasan las grandes cenas, de esas que dicen “están las sepulturas llenas” -aunque ninguno de sus ocupantes lo haya desmentido-. Yo tengo todo el día para digerir un simple bocata de tortilla, además del blanco y negro con habitas que pienso tomarme en la comida. Eso sí, por la noche un yogurcito y a dormir.

Continúa Miguel subiendo y bajando de un piso a otro los carritos. En el enorme ascensor algunos clientes le miran con desprecio. ¿Será porque les impide la subida o la bajada, o acaso le ven como animal domesticado en un concurso de tira, siempre teniendo que ir dos pasos por detrás del amo? 

“¡Ya casi está! Las nueve de la noche” piensa mientras mira el reloj cuya corona se ha hundido en su muñeca hasta casi herirla. 

Los carros del interior están dispuestos y ordenados, cada uno en su piso. La megafonía anuncia el cierre y Miguel observa con enfado a los clientes que a última hora se empeñan en deshacerle la faena. Los mira con el odio del trabajador explotado hasta en lo psíquico. “¡Largo ratas inmundas! ¿No habéis tenido todo el día?”

La reja metálica se queda entrecerrada. 

  • Miguel, date una última vuelta por la manzana por si alguien se ha dejado alguno fuera, le dice el encargado mientras le entrega un par de bolsas de productos caducados.  No sé que haces con toda esta comida, añade.  Miguel suspira, ya sólo le quedan apenas unos minutos.

Un carro en un zaguán, otro pegado en un alcorque. Persigue a un par de gitanillos que juegan haciendo carreras con otros dos carros. Los alcanza y les riñe. Como todas las noches se ha entretenido demasiado, pero por fin ha terminado su trabajo. “Un buen botín”, se dice con orgullo. 

Discurre por la calzada una enorme oruga, uniformidad de carros metálicos encajados uno sobre otro que busca, en ondulante movimiento, una salida para subirse a la acera. Hay un coche aparcado en la entrada del garaje del supermercado. El encargado ha cerrado ya la puerta y se ha ido. Son las diez y cuarto de la noche. 

Con un último esfuerzo se dirige al parque. Hay varias personas reunidas en los bancos.  Todos se alegran al verle y le saludan. Con su ayuda dispone los carros en un inmenso círculo y en su interior Miguel, junto con otros,  se acomodan en grandes cajas de cartón. Uno de los vagabundos le ofrece un yogur de una de las bolsas. Otra se acurruca a su lado bajo una vieja manta. 

- No te preocupes Miguel , susurra un joven drogadicto cuyos alucinados ojos brillan en la oscuridad como luciérnagas, he traído al perro…. por si atacan los indios. 

PENSAMIENTO CRIMINAL

PENSAMIENTO CRIMINAL



Una mañana especialmente fría de febrero y salgo a la calle resignado a volver a respirar este aire mortífero de la ciudad, lleno de monóxido de carbono, partículas sólidas y quién sabe qué más porquería invisible. Hace ya un tiempo que siento un gran deseo de poder comprar una casa en algún sitio de campo, si no aislada, sí bastante apartada de todo lo que signifique humo de coches y motos, pero mientras no me toque la lotería y pueda pagar la hipoteca del piso donde vivo en Valencia, o bien venderlo (lo cual está resultando muy complicado), es materialmente imposible. De momento sigo aquí atrapado, teniendo que tragarme lo que otros echan por su tubo de escape.
Llego a la avenida y me paro en un paso de peatones, esperando a que se ponga en verde para poder cruzar. De la rampa de un garaje que está a pocos metros veo salir a un motorista enfundado en traje de cuero, encima de su arma letal de gran cilindrada, que ya ruge como cien gargantas con carraspera. Una vez en la calle se detiene para ponerse el casco, no sin antes percatarme de su cara de felicidad. Es la misma cara que he visto otras veces en estos asesinos legales que manejan orgullosos sus mastodontes y que creen que la velocidad es lo que da sentido a la vida.
Ya con el casco puesto, emprende la marcha, pasa por delante de mí y enfila la avenida cada vez más rápido y dejando escapar una columna horizontal de basura gaseosa. Mientras lo veo alejarse, pienso impulsivamente en una posible pérdida del equilibrio y en un choque contra la pared de algún edificio, que borraría la sonrisa de placer que traía hasta ahora. Y resulta que ocurre. Pierde el equilibrio, gira noventa grados y se estampa contra un portal. Sale disparado y queda tendido al otro lado de la mediana, inmóvil. En seguida se empieza a juntar una gran cantidad de gente alrededor de él. No es mi deseo acercarme pero al final sucumbo a la curiosidad. Al cabo de unos diez minutos llega una ambulancia y se lo lleva, dejándome a mí con la duda de si a partir de hoy habrá un homicida menos en el mundo o no.


CIEN PAVOS (Jorge)


¡Cien pavos!, se escuchaba a lo lejos, ¡Quiero mis cien pavos!

Cuando giré la esquina pude ver lo que estaba ocurriendo: un hombre, vestido con un mono reflectante de jardinero, reclamaba a otro hombre, de ropa sucia y roída, cien euros por haberle rayado el coche.

El hombre con mono reflectante de jardinero que además llevaba un cigarro anclado en la oreja, decía que no se pasaba el día currando para que luego le rayasen el coche y nadie se lo pagase. El hombre de ropa sucia y roída que además tenía acento extranjero le decía que había sido sin querer al pasar entre los coches.

Yo, que tenía que escribir un relato basado en algo que viese en la vida real, pensé que era una situación idónea para sacar una historia. Solo tenía que esperar y ver el desenlace.

El hombre de ropa sucia y roída con acento extranjero que además escupía al suelo con cierta frecuencia iba alejándose del enfrentamiento, mientras que el hombre vestido con mono reflectante de jardinero que llevaba un cigarro anclado su oreja y que además tenía una barba de varios días sin afeitar, dijo que iba a llamar a la policía. Ambos comenzaron a gritar. “A mí no me amenaces”, “Pues dame mis cien pavos”, etc.

Vi que, como ciudadano, tenía tres opciones. Una, seguir como mero espectador y ver cómo terminaba aquello para llegar a casa y escribirlo (no era una mala opción). Dos, ser un ciudadano ejemplar y meterme en medio para calmar los ánimos y ser protagonista de mi propia historia (descartado). Tres, irme a casa e inventarme un final dado que necesitaba orinar y aquello se estaba alargando (opción que escogí).

Tras tirar de la cadena, cogí mi libreta y bolígrafo y me puse a escribir el relato:

¡Cien pavos!, se escuchaba a lo lejos, ¡Quiero mis cien pavos!



FIN

miércoles, 19 de febrero de 2020

VIDAS CRUZADAS (Remake de “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar)



             Por fin el trabajo le había dado un respiro. La semana le había resultado agobiante, plagada de viajes y reuniones de trabajo. Deseaba llegar a casa cuanto antes y recuperar el aliento en la quietud de su hogar. Al entrar, respiró el aroma que desprendían las estancias, sus libros, todas sus cosas. Lo reconocía como propio, exclusivo y familiar. Se despojó del traje y la corbata. Se dio un baño y luego, se puso cómodo. Contestó los emails recibidos a última hora que seguían pendientes de respuesta y no podían esperar. Una vez hubo finalizado, lanzó un sonoro suspiro. Ya no podía más. En toda la semana, no había podido quitarse de la cabeza la novela que empezó hace unos días y que tuvo que interrumpir su lectura de manera precipitada por un imprevisto que surgió en la oficina.
            Buscó la paz del estudio para aislarse del mundo mientras se sumergía de nuevo entre sus páginas. Allí, junto a la ventana que daba a la tranquila calle de atrás y de espaldas a la puerta, le esperaba su sillón preferido. Adoraba aquel olor que desprendía cuando acariciaba su suave piel marrón con la mano izquierda. Usaba la derecha para pasar las hojas que leía con la cabeza apoyada en el respaldo. Tenía a su alcance todo lo que necesitaba para disfrutar del placer de leer una excelente historia. A pesar de los días transcurridos, no había olvidado lo leído hasta ahora. Recordaba a cada uno de los personajes, sus nombres y las relaciones que mantenían entre ellos. Poco a poco, se fue abstrayendo de lo que sucedía a su alrededor y se vio inmerso por completo en la historia. El atardecer inundó la estancia de una luz rojiza que dio mayor calidez a las palabras que lo absorbían sin darse cuenta. A través de la ventana, reconoció a la pareja que vio en la acera de enfrente y que buscaba las sombras para encontrarse. Ella acarició los labios resecos de él con la yema de los dedos. Lo abrazó como para infundirle valor. Después, entraron enlazados en la casita del otro lado de la calle y que yo creía deshabitada. Pasado un tiempo, salieron cogidos de la mano. Se despidieron con la desesperación de los amantes que necesitan ser libres. Un susurró de viento se llevó el nombre del obstáculo que les impedía vivir aquel amor. Debía ser eliminado. Luego, ella corrió calle arriba sin mirar atrás. Él echó a andar en dirección contraria con las manos en los bolsillos del abrigo. Pero antes, miró atrás para comprobar que ella se encontraba a salvo. En el bolsillo derecho, su mano temblaba aferrada al frío metal. En su cabeza, resonaban las instrucciones de ella: la llave escondida bajo una baldosa suelta de la entrada. En un papel, la clave para desconectar la alarma. El personal de servicio ya se habría marchado. De frente, encontraría la escalera que debía subir. Arriba, a la derecha, tras la segunda puerta, el estudio. Frente a la puerta, inspiro antes de entrar para recuperar el aliento. Allí, sentado en un sillón de piel marrón de espaldas a la ventana, encontró al hombre que acariciaba el brazo del sillón mientras leía con la cabeza apoyada en el respaldo. La luz que entraba por el ventanal tiñó de rojo atardecer el frío metal.

Pilar Alejos Martínez.
           


LA INUIT


La ventisca y el intenso frío boreal recorren sin oposición alguna la inmensa llanura ártica lamiendo  el pequeño iglú. La vieja inuit descansa en su interior ligeramente iluminado por un candil,  envuelta en una amarilla piel de oso. El hornillo desprende un cierto olor a grasa y queroseno y mantiene la habitación a una temperatura apenas aceptable. A su edad, ya van para cincuenta,  está ya casi ciega pues el fulgor del hielo ha ido quemando poco a poco las córneas de sus ojos y su boca desdentada de tanto masticar la piel de foca tan sólo le sirve para sorber la sopa. 

Gasta su tiempo recordando historias que la mantienen viva durante la larga velada invernal apenas iluminada por alguna aurora. Ella y sus hijos jugando con la nieve en los cortos meses del verano y en la  inexistente primavera. Cazando focas, ballenas y aquel narval cuyo  cuerno le sirve ahora de báculo. Repasaban juntos las fotos de su gastado libro adquirido a un comerciante de aceite  canadiense. Se sorprendían del color y forma de las flores, de cómo la gente caminaba casi desnuda por la playa mojando sus cuerpos en el agua, de esas grandes ciudades de cemento con multitud de personas y automóviles hormigueando por las calles, y de las decenas de  animales que pastaban en una hierba verde. Y todo ello sobre el suelo firme de una tierra plana, allí donde terminaban el hielo y los océanos. Y sobre todo le gustaban las fotos de los niños, de diversas razas que jugaban y reían. Niños gordos y flacos, desnudos o vestidos de mil formas y colores, con el pelo rizado y liso, pero niños. Su vida y sus recuerdos eran de niños. Niños que le hablaban en la duermevela de su hibernación forzosa. Niños que le cantaban con el viento y le abrazaban con el calor del fuego. Catorce partos tuvo y doce niños sostuvo entre sus brazos, con sus rostros redondos y achinados, casi iguales.  Sólo dos le arrebató la muerte, sus dos pequeñas figurillas de marfil siempre le acompañan atadas con un cordel a la cintura. De ellas creía oír sus voces en el oscuro día,  pero al salir sólo encontraba un pequeño hatillo con provisiones y un par de sombras apenas dibujadas tras la niebla.

Dos pequeños, ríen divertidos arrastrando ligero su trineo. Sobre él, la vieja inuit se abandona hacia un sopor eterno al sentir la primera cuchillada de aire frío.

¡No os vayáis! grita la anciana, ahora desnudo saco de huesos desde el gélido suelo. 

Un niño y una niña se alejan jugando sin mirarla y una estatua de lágrimas heladas es convertida en túmulo por un manto de nieve.

El cartero llama dos veces?


Por fin llego a casa después de un viernes nefasto. Nos han devuelto el contrato de los holandeses;  espero que lo pueda enderezar el lunes, o estoy listo. Qué puntillosos son los tíos y qué duros de pelar. Pero eso será el lunes; ahora tengo que desconectar y disfrutar de la vida que merezco.
Se abren las puertas de la verja y subo por el camino hasta el aparcamiento. Está el Cabrio de Coral, ya se lo habrán arreglado, no entiendo como un BMW de esa categoría puede dar problemas con los frenos. Dejo mi Lexus NX Sport a la sombra y subo andando por el camino. Coral está tomando el sol junto a la piscina, joder qué buena está. Un poco más allá trajina Francisco, el dominicano que nos arregla el jardín y que se encarga del mantenimiento del chalet, la piscina, los recados, un poco de todo. Tengo que recordarle que arregle el sombrajo del aparcamiento o se me caerá encima si vuelve a hacer viento fuerte. No aguanto a los emigrantes latinos,  siempre hay que repetirles lo que tienen que hacer, pero Coral es así, es su aportación a mejorar la justicia del mundo, supongo. Saludo con la mano al moreno y beso a Coral. Ahora voy, me doy un chapuzón y subo. Yo tengo que tomar algo, estoy muerto de hambre.
Entro y voy directo a la cocina, que huele a bizcocho recién hecho. De puta madre, tengo mono de dulce. Pillo una Coca Zero en la nevera y localizo la fuente del aroma: un bizcocho todavía tibio. A Coral le ha dado ahora por la repostería. En la mesa de la cocina aún queda algún resto de harina. Me corto un trozo generoso y me voy al dormitorio, me quito la chaqueta, la corbata y los zapatos y me tumbo en la cama. Enciendo mi Bang & Olufsen y sigo con la peli que empecé ayer. Aunque ya la vi anoche, vuelvo a la escena de la cocina. Jack Nicholson y Jessica Lange follando como posesos encima de la mesa. Uno de los mejores polvos de la historia del cine.
Casi me he acabado el bizcocho cuando entra Coral con un pareo que me pone bastante. Me lee el pensamiento y me mira con cara de ahora no que me voy a la ducha, pero aprovecha mi interés para preguntarme si no vamos a salir esta noche. Le han recomendado un sitio nuevo donde se come muy bien y tiene ganas de airearse. Joder, estoy muy cansado y no me apetece conducir y ni siquiera podré tomarme una copa si tenemos que volver en coche. No te preocupes, Nico, vamos en el mío y conduzco yo, no beberé nada. Francisco ha recogido el Cabrio esta mañana, ya le ha revisado el problema de los frenos; aunque le tengas manía, ese chico es muy dispuesto. Acepto.
Mientras se ducha sigo con la peli. Qué tonto es el marido, cómo se le ocurre contratar a un vagabundo guapo siendo él tan viejo y con una mujer así de buena. Está pidiendo a gritos que se lo carguen.

Continuidad de los parques, remake.

La continuidad de los parques, remake


el libro se lo había descargado de Amazon dos días antes. lo había empezado a leer, pero tuvo que abandonarlo por un viaje de trabajo a Milán. esta interrupción podría haberle hecho perder el interés, pero la verdad es que recordaba con placer las dos primeras horas que había dedicado  a la lectura de su última adquisición, y se dejó llevar de nuevo por la trama de la historia y la descripción de los personajes. Vivía en un piso en el edificio de la Pagoda, en Valencia. tenía un despacho con un cómodo sillón con vistas al jardín de Viveros. Sus negocios no le habían ido nada mal, y vivía allí con su mujer, una atractiva Alicantina hija de un conocido político del PP que le había facilitado una buena parte de su enriquecimiento con sus contactos y su influencia en el gobierno autonómico. se sentó en el sofá sin encender la luz, no la necesitaba para usar su libro electrónico. al abrirlo el relato continuó donde lo había dejado la última vez. el protagonista se había encontrado con su amante en el parque cercano. él se había arañado con las ramas de un arbusto al correr hacia ella, y ella había intentado para la hemorragia usando su saliva a la vez que le llenaba de besos la cara herida. en el interior de su camisa sentía el frío metálico de un arma que llevaba sujetada por el cinturón del pantalón. la sensación de frío de la pistola se acrecentaba con los latidos acelerado de su corazón mientras pensaba en lo que iba a hacer, que significaba la liberación definitiva de su amada y la posibilidad de empezar a vivir juntos. de repente, sólo con una mirada, los dos comprendieron que debían separarse, ella salió corriendo en dirección a las torres de Serranos mientras él salía del parque por el extremo opuesto. llegó al elegante edificio donde vivían ellos. abrió la puerta del portal con la llave que ella le había facilitado, y entró libremente, ya que como había calculado correctamente, el vigilante de seguridad no estaba a esa hora en su puesto en la conserjería dl edificio. subió al ascensor que le llevó al quinto piso. abrió la puerta de la vivienda con sigilo con la llave de ella, con cuidado de no dejar ninguna huella en ningún lugar de la casa. pasó por la puerta de la cocina y el comedor sin ver a nadie, y llegó al despacho, donde de espaldas a él , en el sofá , el marido de ella leía con la cabeza iluminada por el resplandor de una tableta electrónica. sacó la pistola de debajo de la camisa y le disparó un tiro en la sien a bocajarro. después le quito de las manos la tableta y con cuidado de no macharse de sangre, le puso la pistola en la mano , dejándola caer para que aquello pareciera un suicidio. El historial  médico de depresiones de su víctima, de las que él le había tratado, facilitaría una explicación de las razones de aquello. Al coger la tableta para dejarla encima de la mesa no pudo dejar de leer en las últimas líneas que su rival había leído como describía un crimen pasional con una pistola en un despacho, y un escalofrío recorrió su espalda. 

domingo, 16 de febrero de 2020

ADAPTACIÓN MUY LIBRE DE "CONTINUIDAD DE LOS PARQUES" (EUSEBIO)

ADAPTACIÓN DE “CONTINUIDAD DE LOS PARQUES”, DE JULIO CORTÁZAR



         Como ávido devoto que era de Agatha Christie, la novela que estaba a punto de terminar, la última que le faltaba por leer de ella, no parecía estar decepcionando a Eusebio. Las palabras de Roger Ackroyd hacía tiempo que habían dejado de estar presentes en aquellas líneas, su presencia solo se mostraba a través del pronunciamiento de su nombre por parte de los demás personajes. Él ya no estaba. Ya había sido asesinado hacia el principio del libro con un puñal. Y en esta parte final, la gran Agatha, con el imán irresistible de su imaginación, estaba encaminando a Eusebio hacia el descubrimiento del asesino del bueno de Roger. Quedaba poco para saberlo.
         Allí se encontraba él, sentado en su sillón de piel marrón, dispuesto a no levantarse hasta acabar de digerir la última página devorada. Línea a línea iba perdiendo la consciencia de la habitación que le rodeaba y adentrándose en otra habitación, aquella en la que Hércules Poirot estaba dando su habitual discurso final a todos los sospechosos, que acabaría en la revelación de la identidad del malvado criminal. Especialmente en la parte final de las novelas de Agatha era cuando la mente de Eusebio dejaba de estar en el mundo real para pasar a acompañar la acción desde dentro como un personaje más. Tras leer la última palabra de la última página, poco a poco volvía a conectar con el suave contacto de la piel de su sillón y a mirar su habitación con el gozo de saber que el viaje mental fuera de ella había valido la pena.
         Pero aquella vez iba a ser distinta. Aquella vez el doctor James Sheppard, después de ser descubierto por Poirot en el penúltimo capítulo, apareció tras el sillón de piel marrón, esperó a que Eusebio acabara de leer la última palabra de la última página y volviera poco a poco a la realidad. Viendo su cara furibunda y el puñal en su mano, parecía haber pocas dudas de lo que pretendía hacer con Eusebio: vengarse por haber descubierto su secreto. Ya lo había hecho con otros tantos lectores mortales. Estos pagaban el pato de la inmortalidad del genial detective belga, contra la que Sheppard no podía hacer nada.






sábado, 15 de febrero de 2020

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES (Jorge)



La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

El hombre pasó la siguiente página de su novela y, sorprendido, vio que estaba en blanco. Igualmente, comprobó que las restantes páginas no contenían ni una palabra.

Se giró y vio a la mujer, tal y como la
describía su novela: algo de broza adherida a su vestido tras ocultarse en los matorrales, una pequeña mancha de sangre en su rostro del corte de su amante con la rama y el cuchillo que sujetaba contra su pecho. Era ella.

La mujer estaba inmóvil. Apenas pestañeaba. Como un perro que espera recibir una orden. El hombre volvió a mirar su libro. Nada. Es como si la historia se hubiese detenido justo en el momento en que la protagonista se encontraba con el lector.

El hombre cogió la pluma que había usado en la carta a su apoderado y comenzó a escribir en aquellas páginas en blanco.

La mujer, al ver que el hombre se giraba, cerró la puerta y anduvo hasta ponerse de pie frente a él.  

Y fue al poner el punto a la frase, cuando la mujer, sin apartar el cuchillo de su pecho, hizo exactamente los movimientos que él había descrito. 

Con el reflejo de la luz, el hombre pudo ver lo hermosa que era y quiso amarla.

La habitación se llenó de un aroma a jazmín y lilas que su cabello desprendía. Su mirada era tierna, y una hermosa sonrisa brotó de sus labios como un amanecer.

Y el hombre se enamoró de ella inmediatamente.

Debo deshacerme de su amante, pensó. Ella lo ama. Quizá podría hacer que desapareciera. O podría asesinarlo. Puedo hacer lo que desee. Miró su pluma como si fuera una varita de mago. Se quedó pensativo. No tengo por qué matar a nadie, dijo en voz alta mientras la mujer permanecía impasible frente a él, la solución es mucho más fácil.

Ella, al ver al hombre, sintió un amor que nunca antes había experimentado. De repente, su amante con el que tenía pensado fugarse, paso a ser un amor adolescente; pasional pero frívolo y superficial. Dejó el cuchillo en la mesita y le dijo: Te deseo, amor mío.

Y tras poner el punto a la última frase, la mujer lo miró como ninguna mujer antes lo había hecho. Dejó el cuchillo y  reprodujo exactamente las mismas palabras de la novela. Él quiso levantarse, envolverla entre sus brazos y decirle que nunca la abandonaría. Que el amor que sentía era infinito y que la cuidaría el resto de sus días. Pero sus músculos estaban paralizados. Las palabras no salían de su boca. Solo su pluma le obedecía. Comprendió que él ahora formaba parte de la novela.

El hombre se levantó de su sillón de terciopelo verde, avanzó hasta ella y la abrazó. Te amo, le susurró al oído. Y la besó.

Y su cuerpo, fuera de todo control, como si alguien ajeno a él  lo estuviera manejando, hizo y dijo aquello que su misma pluma había predicho.

Y pasaron los minutos permaneciendo unidos por ese último beso. La mujer estática. Él, perdidamente enamorado, sin poder despegar sus labios de los de ella. Ninguno se movía. El silencio llenó la sala.  

La novela, junto con la pluma, esperaban sobre el sillón de terciopelo verde.


FIN

jueves, 13 de febrero de 2020

Después de todo, nada de nada.
Ven, dejamé que te cuente, uno.
Comenzó la historia por el final.

Lista de la compra y microrrelatos de 6 palabras

LISTA DE LA COMPRA

- Garbanzos
- Espinacas
- Pan
- Ajos
- Almendras tostadas
- Aceite
- Sal
- Pimentón
- Patatas


MICRORRELATOS DE SEIS PALABRAS

- Aullaba las noches de luna llena.
- La oscuridad, tras la última palada.
- De reojo enrolló su lengua pegajosa.
- ¡Cómo le dolía su miembro fantasma!
- Acarició su piel antes de morderlo.
- Después de amarlo, se lo comió.
Melón blando y flan sin nata pa ella,  bombón.
Pollo ba calao,
Vino blanco
Planta Leche, galleta
traje, tiritas.

Microrrelatos y lista de la compra


Soy el que nunca ha sido.

Un ciego mira con otros ojos.

Buscaba respuestas, halló preguntas nuevas.

Las estrellas brillan en la oscuridad.




Mi comida preferida (made in mi yaya):

-Arroz
-Azafrán
-Cansalá
-Botifarra
-Chorizo
-Bacon
-Aceite y sal
-Patata
-Pelota casera
-Agua
-Mucho cariño


Microcuentos y algo más


No murió, cada día lo recuerdo.
La oruga creció siguiendo siendo oruga.
La princesa se salvó ella misma.

Merienda:
Leche
Azúcar
Mantequilla
Plátano
Harina
Levadura
Servilletas
Cenicero
Ambientador
9 tabletas de chocolate milka
2 pizzas cuatro quesos
1 helado de dulce de leche

miércoles, 12 de febrero de 2020

Lista de la compra + 6x6 = 36 (palabras)

Lista de la compra
1 x  tableta de chocolate negro
1 x infusiones de tila
1 x sales de baño de lavanda
1 x crema corporal de canela
2 x rioja reserva
2 x tabla de quesos
3 x lata de cerveza
3 x ración individual de sushi
3 x botellas de agua 0.5L
1 x Larios rosa
3 x latas de tónica
1 x neceser transparente
1 x barra de labios roja waterprof
1 x aceite corporal
1 x mini vibrador durex

Relatos 6 palabras

Tenía miedo de descubrir un sí.

Acechaban furtivos los supuestos momentos felices.

Rota por su peor enemiga, ella.

Se encontró cuando aprendió a abrazarse.

Nació, sintió, murió y renació.

Dos personas vibrando a misma frecuencia.


Microrrelatos y lista de la compra


Microrrelato
  • Aún dibujado un anillo sobre el dedo.
  • Yace en el suelo una silueta recortada.
  • Ella oculta su cabeza tras la tela.
  • Bajo la tapa un pozo inmundo.
  • Sin su antifaz anda extraviado.
  • Escondido el cuerpo tras la ropa.
  • ¿Ríes o acaso lloras?
  • Vendo un amigo.
  • ¡Será que me quejo yo mucho!


Lista compra Alcampo:
  • 4 bolsas de serrín 1 Kg
  • 2 fregonas
  • 1 cubo
  • Pack de 10 bolsas de basura de 100 litros
  • Pack de 10 bayetas microfibra superabsorbente
  • 10 botellas de lejía la bruja verde
  • 2 botes de ambientador
  • 1 caja de guantes de látex
  • 1 Royo de Cinta americana 
  • 10 metros de cuerda.
  • 1 cuchillo filo recto 30 cms.
  • 1 sierra
  • 1 hacha
  • 1 pala
  • 1 estropajo
  • 1 esponja
  • 1 botella gel mousell legrain
  • 1 botella de colonia varón dandy
  • 1 colchón 90 x 200 pikolín 
  • 1 televisión pantalla plana 80 pulgadas 4k LG
  • 3 bolsas de palomitas de colores.

3 relatos en 6 palabras y lista de la compra

3 Relatos en 6 palabras

CACERÍA: Los elefantes cargaron contra nuestros coches.

INVASIÓN: Los barbaros vinieron aquí para quedarse.

OXÏMORON: Maté a la chica por amor.



















Lista de la compra

1 Botella de Champagne
medio kilo de Fresas
1 caja de bombones
2 metros de cuerda de tendedero
Tijeras de costura grandes
1 Caja de preservativos

! cuchillo de cocina grande.

LISTA DE LA COMPRA + MICRORRELATOS


LISTA DE LA COMPRA
2 Botellas de lejía perfumada
1 Botella de limpia baños Don Limpio
1 Botella de Pato WC
1 Paquete de bayetas de microfibra
1 Recambio de paños atrapa polvo para la mopa
1 Frasco de cera de muebles
2 Botellas fregasuelos
1 Recambio mocho
1 Garrafa Detergente jabón de Marsella
1 Botella Mimosín Flor de Pasión
1 Garrafa de agua destilada para plancha.
3 Botellas de Anís del Mono

MICRORRELATOS

IMPOSIBLE
Joder, qué tropa.

INGENUIDAD
Cuando le explicaron las razones, se tranquilizó.

DESPEDIDO
Te quiero, pero a mí más.

RESIGNACIÓN
A las mentiras las llama ilusiones.

INQUINA           
Sabía que dirías ya-te-lo-dije.

TREPA
Tú habrías hecho lo mismo.

AUTORRETRATO
Tonto el que lo lea

IMPOTENCIA
Esto no va a quedarse así.

HORROR
Sé tú mismo

MENTIRA
Aprecio la sinceridad

FATALIDAD
Ya sabemos cómo acabará esto.



lunes, 10 de febrero de 2020

LISTA DE LA COMPRA Y MICRORRELATOS DE 6 PALABRAS

LISTA DE LA COMPRA



- Un kilo de macarrones.
- Un bote de tomate frito de 500 gramos.
- Medio kilo de carne picada de cerdo.
- Medio kilo de panceta.
- Un kilo de morcilla de carne.
- Un kilo de longanizas.
- Medio kilo de secreto de cerdo ibérico.
- Dos barras de pan de un cuarto de kilo cada una.
- Una botella de aceite de girasol de un kilo.
- Una botella de refresco de cola de dos litros.
- 250 gramos de mantequilla.
- Un bote de mermelada de ciruela de 350 gramos.
- Una bolsa de 8 cruasanes grandes rellenos de chocolate.
- Una bolsa de sal de medio kilo.
- Unas tijeras.
- Un cuchillo.
- Un tenedor.
- Dos sogas.
- Una caja de pañuelos de tela.




MICRORRELATOS DE 6 PALABRAS

(tomando como ejemplo el de Ernest Hemingway “Vendo zapatos de bebé, sin usar”)


- Sencillamente siguió mi camino sin protestar.
- Recuérdame cómo miran tus ojos tristes.
- Lo perseguí sin querer nunca encontrarlo.
- Creo que nunca creí poder crear.


jueves, 6 de febrero de 2020


Reunión de la Comunidad de pareceres.

A veces somos reos de nuestra propia cosmovisión. Vemos a los demás desde nuestras gafas teñidas de prejuicios y aliñadas a la ligera de atribuciones. Si a eso unimos que el deporte nacional es la crítica ajena, el escenario está dispuesto para esta reunión de la comunidad de vecinos.

-¿Cómo estás? Preguntó Luis, el médico al vecino de arriba. Era ovio para él que esos ojos inyectados de insomnio provenían de su  asiduo deambular nocturno.
- Bien, mintió Miguel, el Arquitecto, intentando ser constructivo y dar una contestación edificante, aunque veía a  Javier un tanto desproporcionado, su cara asemejaba una catedral en ruinas, ¿Y tú, que tal , bien de salud supongo?

-Me pongo enfermo cada vez que voy al hospital a trabajar, veo  a todos cara de coronavirus, p hace un rato he abierto el informe de mi analítica y no tengo ninguna estrellita. Suspira.
Ahí llegan Merche y Juan, siempre que los veo me dan la impresión de que están más viejos, seguró que no toman urbequinol, como les recomendé. La adherencia a los tratamientos es como la de su matrimonio,

- Pues yo los veo igual que siempre, su relación creo que es sólida y está bien cimentada, no como otras que se desmoronan ante el  primer  viento de menos primaveras. Él como Psicólogó seguro que ha construido una relación estable con material humano de primera.
-Ella debió tomar mucho sol en su juventud, y eso el cuello no lo perdona. Sin embargo conserva las curvas caribeñas que hicierón perder la cabeza a nuestro psicólogo.

-Si que  tiene buenos pilares,  su estructura sobresale en formade ménsula arquitrabada para dar exprlendor a todo el cimborrio.

-Hola, cuanto tiempo sin vernos,. Se acercó Merche, la pintora, con su sonrisa resplandeciente destelleando rojo carmín ardiente mientras depositaba besos carnosos pintando las mejillas de los receptores de color pasión. El médico  sonrosó su ajada hipocóndria por unos instantes, El arquitecto vestido de blanco minimalista, entretenido en el análisis de la estructura de la pintora no advirtió desde su atalaya que el psicólogo le escrutaba intentando catalogarlo entre neurótico obsesivo o psicopatólogico intermitente de labilidad sublime.

Mientras la pintora se decía para sus adentros, siempre soy yo la única mujer en estas reuniones. Y estos son  tan oscuros que ni Caravagio los pondría en sus penumbras.  No hay color. El Arquitecto siempre va de gris cemento y los zapatos sucios. El médico tiene una nariz interesante, tal vez algún día la pinte, aunque le pondría la cabeza del psicólogo, con esos rizos pigmentados al aire semeja locuelo.  Ahora llega el vecino del ático. Seguro que se compró el ático para estar más cerca de cielo, al fin y al cabo es enterrador.

_ Buenas tardes, dijo el del ático mientras agachaba la cabeza  en pose de meditación trascendente. Pensaba él que aquella reunión estaba muerta, en cuanto llegara el administrador, soltaría lo de siempre y enterraría cualquier problema urgente en papeleos insolubles que se morirían en el intento. Levantó la mirada un momento para reparar en la vitalidad de la exuberante pintora. Luego miró al médico y se dijo, a este, tanto trabajar pronto se nos va. Cuando vio al Arquitecto pensó que este no pasa el certificado energético, otro que está más allá, que aca. El Psicólogo no le produjo emoción ninguna, su cara pusilánime  y sombría contrastaba con el fulgor infierno que derramaba su mujer, que estaba de muerte.

Por fin llegó el administrador y tras saludar abríó su carpeta, leyó el acta y preguntó. ¿Algo que añadir? Todos callaron y regresaron a sus pensamientos.





miércoles, 5 de febrero de 2020

Quince

15:51 fue la hora en la que pasé mi ficha al salir de la oficina aquel maldito jueves de Mayo. 15 era tu número favorito. El día quince de hace cinco años empezamos a salir. Era quince cuando me dejaste tirado en el bar de Raúl con 5 rosas en mi mano y la intención de comenzar una vida juntos. Era una señal. Había llegado el momento de recuperarte. 

Te mudaste pocos meses después de terminar conmigo. O más bien con lo nuestro, que soy yo. Maldita zorra. No te ofendas, recuerdo cuanto te encantaba que te lo dijera mientras te follaba. Me apartaste de tu vida sin piedad ni amago de arrepentimiento. Cada vez que nuestros caminos se cruzaban, tu volvías a desaparecer deliberadamente. 

El destino me guiaría a ti. Estaba escrito. Subí al bus y bajé en la parada número quince. Caminé sin rumbo ni sentido, guiado únicamente por el verde de los semáforos y tu recuerdo en caras extrañas. Ví tu nariz en la niña que corría hacia el parque, y allí reconocí tu olor en la señora de las gafas horteras. La observé y seguí hasta el cine. Compré la misma entrada, pedí un asiento cercano y analicé con esmero American Beauty. No pude terminar la película.

Eran las 3:51 de la mañana cuando di con tu portal. Llamé desesperado. Te necesitaba, allí, ahora, pegada a mi. 

Quince fueron los minutos que la policía tardó en meterme en el furgón. Reincidente por amor me gustaba autonombrarme, aunque ellos insistían en acusarme de psicópata. Aquella fue la quinta y última vez que pasé la noche en el calabozo del barrio de la luz. 

Desde la celda número quince te escribo esta carta de amor. No estes triste, volveré a tu lado. Te quiere, Jesús.

Un día en la vida de Félix


Nada más sonar el despertador salgo de la cama con el mismo ánimo que el de un pájaro al salir de su jaula, la verdad que hoy, al igual que cada mañana, tengo ganas de volar y demostrar al mundo mis alas. 
No me importa la hora que sea, el cansancio que tenga o si va a hacer lluvia o sol, ya que tengo claro que va a ser un día maravilloso.
Después de ponerme mis calcetines de mister wonderful, me lavo a fondo los dientes debido a que ya sé que mi sonrisa será muy usada a lo largo del día y me pongo a recordar todo lo que tengo que hacer hoy.

Clases de sociología, psicometría y personalidad por la mañana, atender la caja de 4 a 8, revisión médica a las 8:30 y película para celebrar el final de la jornada, la verdad que me ilusiono de solo pensarlo.

Salgo de mi casa y por el camino me encuentro a Eva, la vecina, le doy los buenos días, le cojo las bolsas que llevaba entre las manos y le regalo una de mis muchas sonrisas para trasmitirle que ya no hace falta que baje a tirar la basura.
Quedo con mi amigo Pedro en la esquina de mi casa y, como de costumbre, después de contarme sus motivos de su habitual tristeza, le doy mis consejos y técnicas para poder llevar una vida sana, feliz y exitosa.
-Claro Féliz, para ti todo eso de estar bien se te hace demasiado fácil , tienes veinte años y ya has escrito el libro de auto-ayuda más leído de toda España, pero mis venas, al contrario que las tuyas, no presencian dopamina en cada mililitro de sangre que tienen.

-Pedro, no dramatices la situación, desde pequeño me han llamado Féliz en vez de Félix y todo esto me ha llevado esfuerzo, además sabes que estoy en tercer año de psicología, ya verás que en cuanto empieces a seguir mis técnicas verás la vida con otros ojos.

Llegamos a la uni y al terminar las clases me quedo explicando a mis mejores amigos (que resultan ser más de la mitad de la clase) todos los términos que nadie excepto yo había conseguido pillar a la primera, la verdad que si tienes una actitud positiva, tu día a día mejora en todos los sentidos.
Cojo el bus y me voy al barrio de las seiscientas. Allí busco a Juana, una mendiga con la que llevo comiendo a esta hora durante los dos últimos años y le entrego el menú que le había preparado para el almuerzo.

-Féliz, me gustaría contarte que cada noche le rezo a Dios para que mis hijos aprendan de tu optimismo, Bryan está muy contento desde que le traiste tu ordenador y Jose ya ha aprendido a leer el libro que le regalaste.

-Las gracias te las debería dar yo Juana, no sabes todo lo que aprendo de ti con nuestras charlas.

Después de mi quedada con Juana me voy a trabajar y como no, debido a mis modales y buenas formas consigo triplicar mis ganancias gracias a las humildes y no tan humildes propinas que me acaban dejando mis clientes. ¿Es que no se enteran de que no soy camarero y que ya me están pagando por mi trabajo? Pero no, ellos me siguen recompensando, a pesar de saber que me estoy forrando con el libro que he escrito, prefieren malgastar su dinero en ayudar a un adolescente por el mero hecho de tener más carisma que el propio Luther King.

Justo mientras se pone el sol, me dirijo hacia el médico y me siento a esperar en la sala de consulta.
-¿Félix Manuel Vargas?
-Soy yo
-Vale, ya tenemos los resultados de la última consulta, temo comentarle que padece de trastorno depresivo mayor, tenemos que movilizarle ahora mismo hacia el centro psiquiátrico por su propia seguridad.

Al final Féliz no vio su película, pero para la que ya tenía montada tampoco le fue necesario.


trastorno obsesivo

Trastorno Obsesivo


Luis caminaba por la calle evitando pisar las lines pintadas en el suelo. imaginaba que éstas eran abismos que se abrían bajo sus pies y por los que podía caer a un pozo infinito, y eso le causaba un terror profundo e inevitable. aquel día salió de casa para comprar algo de comida en el supermercado. lo hizo según su costumbre, dando pequeños saltos en los pasos de cebra para evitar las rayas pintadas. mientras lo estaba haciendo se dio cuenta que en el otro lado de la acera, un niño pequeño le observaba con curiosidad. al pasar a su lado se dio cuenta que él hacía lo mismo, evitando pisar la pintura. de repente empezó a imaginarse al niño cayendo en el pozo debajo de la calle, y empezó a sudar copiosamente, a pesar de la helada temperatura que hacía en ese momento. sintió la tranquilidad de ver que había otra persona que sentía lo mismo que él y eso le hizo recordar como había empezado aquello, porque en realidad él no había visto a ninguna persona caer en el abismo, pero cuando era pequeño vio también a un hombre evitar pisar la pintura y le preguntó porqué lo hacía. Si no lo haces caerás l infierno. allí el diablo espera a niños como tú para asarlos lentamente a la parrilla. Aquella respuesta le causó tal terror que nunca  más pudo andar normalmente por las calles. pero alguna vez, pensando en las ideas religiosas, había reflexionado en el mecanismo que todas las religiones usaban con sus adeptos, y no le parecían tan diferentes de su manía. eso le había tranquilizado, y no se veía ya como un bicho tan raro.

REY DE COPAS


“¡Joder, qué frío hace esta noche! Por lo menos podré tomarme un último trago en Oddie’s… Siempre es gratificante poder envenenarse un poco antes de volver a casa. ¡Julius! Póngame un doble de Jack Danniels, necesito vaporizarme porque menuda semanita llevo… ¡Ah, qué bien sienta! Vamos, póngame otra, pero esta vez que sea de verdad un doble. Eso está mejor mucho mejor. Hmmm… esa mujer del abrigo de terciopelo verde no está nada mal. Parece que me mira…Creo que me acercaré.” 

“Ya está aquí otra vez. Ese tío no me quita ojo. La misma historia de todos los viernes. No tardará en sentarse y pedirme una copa. Espero que sea un whisky. No estaría mal  beber algo antes de subir a su  casa. El mismo ridículo traje  con esa maldita mancha en la solapa. ¿Se habrá limpiado las uñas…? Aquí está; tiene tanta caspa que parece que haya nevado sobre sus hombros.”

“¿Quieres una copa? ¿Un doble o nada? Pues que sea un doble, apuestas fuerte chica. Sin duda eres de las mías. Sí, ya sé que no se debe preguntar la edad a una mujer. ¿Has dicho 36? Par, negro y pasa. No, nada, cosas mías… ¿Mi nombre? Pierre,  Cru Pierre, como dicen los americano. Curioso tu abrigo ¿no? ¿Qué si me gusta? Pues claro que me gusta es un suave tapete  con botones de colores como fichas de casino. Si lo combinaras con algo rojo y negro te daría un toque más distinguido. Vaya, ¡qué sorpresa! Falda negra y camisa roja…. Estoy en racha. 

“¿No se cansa nunca? Por lo menos cenaré gratis esta noche… ¡Pero por Dios! ¿Hace cuánto tiempo no va al dentista? Tiene más sarro en la boca que mierda la bota de un porquero. Y ese pelo con tanta gomina, parece de plástico. 

“¿Te apetece comer algo? Vale, pues que sean dos Julius; la mía con mucho queso en las patatas. ¡Mira, esa es Lola! Le diré que se acerque. Verás, será divertido. ¡Lola, échale las cartas a..! Eh…Perdón, no me has dicho como te llamas. ¿Letha, de nombre Ruth? Hmm… Ruth Letha, bonito nombre, hace juego con esa bolita que llevas colgada al cuello. Échaselas Lola, verás que divertido. Vamos, vamos, saca una carta. No, no te preocupes; si es algo malo no te dirá nada. 

“Buff… creo que el tal Julius se está quedando calvo, hay más pelos suyos que patatas en mi plato y como maridaje el cuento de la Lola, a ver si por una vez esta abuela disfrazada de gitana no me saca la guadaña. Si no se va pronto, se cumplirá su mal agüero y moriré asfixiada por esa estela de orines viejos que desprende su ropa.

“Vamos, vamos saca otra. Pero Lola ¿cómo que ya es bastante? Si sólo ha sacado la del esqueleto. ¿Es que no hay más palos en esa cutre baraja? Dale a Ruth otra oportunidad o al menos, deja que baraje yo. Pero ¿porqué te marchas Lola? ¡Échaselas otra vez! ¿Cómo que esto no funciona así? ¿Será posible…? Perdona nena, créeme esto no me había ocurrido nunca. ¿Qué subamos a mi casa? Creo que esta noche salto la banca. 

“No hacía falta que te desnudaras Ruth. Si no te importa, yo continuaré con el frac. Nunca lo había hecho así, aunque siempre hay una primera vez…”

“¿De verdad Pierre, otra velada con los jodidos Juegos Reunidos?”

“Vamos, cielo, que ruede la “ruth-letha”, je je je…”

“Como quieras, pero esta vez págame por adelantado. Estoy harta de tus garbanzos plateados y tus billetes de Monopoly."


Textos para lectura previa de cara a la última clase

TRANSIRAK MR.PERFUMME ¿Quién podría amar a una medio máquina? ¿Quién sería capaz de bucear bajo su gruesa capa de metal? ...