miércoles, 29 de abril de 2020

Textos para lectura previa de cara a la última clase




TRANSIRAK

MR.PERFUMME



¿Quién podría amar a una medio máquina?

¿Quién sería capaz de bucear bajo su gruesa capa de metal?



(Robocop2)


            1.

            Todo el mundo tiene cáncer. Sin excepción. Al menos todo el mundo que yo conozco. Todo el mundo tirando de goteros y sobre sillones orejeros o fumando o paseando alegremente bajo los productos que emiten los chemtrails. Una mujer dice: Bajo a que me pongan el casquete. Así es como lo llaman. Me irradian la cabeza y luego vuelvo como un cohete. Lo dice en chándal y con una sonrisa en la boca. Es una mujer pequeña. Y su hija dice: Han venido tan temprano a por ella que no he podido ni peinarla, pero no importa porque con el casquete no se nota. La señora tiene cuatro focos cancerosos y dice que le han encontrado bichos en uno de ellos y seguramente se va a morir en unos pocos días. El médico se pone a explicarles la película Powder para ejemplificar algo, pero la referencia se tambalea un poco cuando admite que no entiende muy bien si los poderes de Powder son de origen psíquico o de otro tipo. En los ochenta todo el mundo tenía sida. El sida lo inventaron en un laboratorio. Magic Johnson, Robert Mapplethorpe, Sadam Hussein. El médico se olvida de las alusiones pop y dice más seriamente: Serán tres ciclos de quimioterapia y diez sesiones de radio. Freddy Mercury también. Sadam Hussein murió de sida en 1998 y desde entonces uno de sus dobles tomó el control. Es evidente el cambio en las políticas irakís a partir de ese momento. En la sala de espera además de una televisión de tubo hay una enciclopedia de los noventa, podéis comprobarlo ahí si queréis. Mi hermana y yo en aquella época fumábamos cigarrillos y jugábamos al Street fighter en las salas recreativas que había a dos calles del instituto. No jugábamos muy bien, pero había que aparentar. La señora de la habitación tiene las piernas flaquísimas. Los cuatro focos cancerígenos son en el pecho, las ingles, la garganta y la cabeza. Dice que el origen fue un melanoma en el pecho y que cuando se lo abrieron salieron bichos volando. No para de decir cosas de ese tipo y yo no sé si son metáforas poéticas o está completamente loca. Algunas veces nos metíamos en peleas, en la época del instituto, digo. Las cosas que dice y que le pasan a la mujer del pecho lleno de insectos las sé porque mi hermana y ella están en la misma habitación ingresadas. Así que la veo y la oigo mientras estoy aquí con ella. Mi hermana también se muere de cáncer, como todo el mundo. La hija de la mujer del casquete dice: Tener más boletos no significa que te toque la lotería. A veces le toca al que sólo ha comprado uno. Mi hermana y yo nos pelábamos las clases y nos íbamos a fumar a los recreativos o a la estación de autobuses. Éramos bastante rebeldes y hacíamos lo que nos daba la gana. Mi hermana y yo sólo nos llevábamos un año y ojito con hacernos bromas. Nadie nos tosía y si hacía falta nos partíamos la cara. Una vez robamos una moto para escaparnos de casa y nos emborrachamos y nos estampamos contra un coche. Lo repetiría ahora mismo exactamente igual, así quiero yo a mi hermana. Y una vez nos metimos ketamina y a mí me dio un chungo y mi hermana me dejó en la puerta del hospital y se tiró toda la noche fuera, escondida entre los matorrales, esperando para ver si estaba bien. Y por la mañana la encontraron medio congelada. Estaba azul. No se murió ella de milagro. La señora del casquete dice: Por la noche he soñado que me dejaban unas flores en la habitación, en la mesita, cerca de la cabeza, y de la radiación que me emanaba del cráneo las flores crecían hasta llenarlo todo y hacían explotar las ventanas. Mi hermana tiene una cicatriz en la ceja que se hizo cuando nos chocamos con la moto. La llamábamos la A7, a la cicatriz, porque es el nombre de la carretera en la que casi nos matamos. Los del coche no se hicieron nada pero nos gritaron y casi nos pegan. A nosotras nos castigaron pero nos dio igual porque no conocíamos a nadie que hubiera hecho algo así. No conocíamos a nadie que hubiera ido tan lejos. Aparecen los médicos por la puerta, se llevan a mi hermana al quirófano. Yo la cojo de la mano y le digo que todo va a salir bien, que no debe tener miedo. Le digo un montón de cosas como esas y le doy un beso en la frente. Me meto en el baño porque no quiero que la señora de los bichos y su hija me vean llorar.

            Bastante tienen con lo que tienen.


            2.

            El 7 de abril de 1990 Mohamed al Saad fue detenido por la policía irakí. Se le acusaba de haber atracado un banco en Bagdad. Mientras permanecía detenido a la espera de que se le informara de los cargos que se le imputaban, el jefe de policía Younesse se personó en su celda y le mandó asearse. Tras lavarse y cambiarse de ropa, Mohamed fue introducido en un Range Rover negro con las lunas tintadas y conducido hasta el Palacio Real. Sadam Hussein lo esperaba en uno de los enormes salones que solía utilizar para recibir a embajadores y representantes de países aliados. Según cuenta Mohamed, nunca se había dado cuenta del parecido físico que lo unía al presidente. Sadam lo inspeccionó con calma como el que inspecciona un caballo que está a punto de comprar, sin dirigirse a él. Tras unos pocos minutos miró al jefe de policía Younesse, le hizo una señal de aprobación y se lo llevaron.

Mohamed fue sometido a partir de ese momento a múltiples operaciones estéticas que lo convirtieron en uno de los doce dobles conocidos que tuvo el dictador a lo largo de su vida, y en el único Sadam una vez que este murió.


            A pesar de que el 26 de abril de 1987 el gobierno irakí, que mantenía que en su nación no había ni un solo caso de contagio, promulgó una ley por la cual para entrar al país, todos los extranjeros debían certificar con un documento médico que no eran portadores del virus, la realidad es que en los años noventa hubo una auténtica epidemia de sida en Irak que el gobierno silenció al considerar la enfermedad como una plaga exclusiva de sodomitas y desviados. También sabemos hoy en día que aunque hubo contagios homosexuales, la mayor cantidad de casos por contacto sexual se dieron entre personas heterosexuales, viéndose potenciado este hecho por el escaso uso de los preservativos y por la propia ocultación gubernamental de la situación de contagio real. Los estudios más rigurosos estiman que sólo un siete por ciento de los contagios se produjeron por transfusiones de sangre.


            En ese preciso momento histórico se llevaba a cabo en Bagdad el proyecto secreto conocido popularmente a posteriori como Programa Fuego Devastador, destinado a crear monstruos radiactivos entrenados en las artes ninjas.


            3.

             Alabada sea la Virgen del Casquete.

            Porque de ella irradia la luz.

            Hagamos un poco de historia: A la Virgen del Casquete, (patrona de los enfermos de cáncer), la encontraron unas niñas pastoras en la Cova del Montgó, junto al pueblo marinero de Jávea, al observar un lugar en la cueva que emanaba una fuerte luz verde y sobre el que los helechos y las plantas crecían desmedidamente. Allí se les apareció y les contó tres secretos.

            No habría que hacer chistes con esto.

            Pero en verdad os digo: Primero de los secretos. Hace veinticinco años y es el funeral de mi abuela Carmen. El cura ofrece el cuerpo de Cristo y una Santa Compaña de tías venidas del pueblo aguardan ordenadamente su momento en la fila como pequeños pollitos yonquis esperando su mandanga. No lo digo de broma. He conocido muchos toxicómanos en mi vida y es exactamente así. Viejas blancas y sudadas. Nerviosas. No me extrañaría que cada una de ellas guardase una pequeña navaja en su bolso. Sólo por si acaso. Sólo por si todo se va a la mierda. Mi abuela siempre nos llevaba a misa de pequeñas. Tuvimos una infancia católica y practicante. Así que aunque a esa edad ya hace mucho que no creemos en tonterías, decidimos comulgar sólo para molestar a las señoras. Para que no nos vayamos todas de vacío hoy. Nos unimos a la cola y cuando llega el turno de mi hermana el cura hace un truco de magia que nos marcará para el resto de nuestras vidas: Le acerca la hostia a la boca, declama solemnemente (la mortadela de Cristo), y cuando todo hace presagiar un desenlace aburrido y predecible, con un rápido movimiento de trilero, el Padre PerverPollas esconde la oblea en la palma de su mano y vuelve a guardarla en el cáliz. Nadie lo ve. No ha pasado nada. Magia. Mi hermana se queda sin habla. Imagino como le tiemblan la barbilla y los ojos, imagino el cubo de sangre de Carrie cayéndole sobre los hombros y la cabeza, pero nada de eso ocurre. El cura le hace un gesto con los ojos indicándole que se salga de la fila y mi hermana obedece. Un gesto sutil en el que nadie repara. Tachán. Conmigo repite la misma acción paso por paso. Algo que no entendemos nos deja tiritando de tristeza.

            Señora de los bichos en el pecho,

            Ten piedad de nosotras.


            4.

            Si intentáis buscar información extraña sobre Bagdad en internet seguro que acabáis cayendo en una página llamada El Diario Informativo de La Realidad Oculta, que se dedica, además de a informar sobre esoterismo, ovnis o sucesos, a acumular información weird sobre distintos lugares del mundo. Puedes buscar por continentes cualquier ciudad que se te ocurra y descubrir las atracciones más bizarras del lugar. Cuando introduces Bagdad en su buscador o llegas hasta su página buscando información sobre la ciudad aparecen cuatro entradas: La primera de ellas es sobre una especie de vasija que tienen en el Museo Nacional (que probablemente ya no exista) y que en realidad es una especie de pila energética prehistórica, lo que se suele denominar un Oopart, un objeto fuera de su tiempo, imposible. La segunda de las entradas es acerca de un Corán que se encuentra almacenado bajo llave en el sótano de la mezquita Madre de todas las batallas, y que posee la particularidad de estar enteramente escrito a mano, ni más ni menos, que con la sangre del propio Sadam Husein. La tercera entrada hace alusión a la escultura de una cebolla gigante y azul biseccionada que se construyó como homenaje a los hombres que murieron en la guerra entre Irak e Irán. Pero la cuarta y última de las entradas es, sin duda, la mejor. Está dedicada al Palacio de la Victoria sobre los Americanos. Este palacio rodeado de un lago artificial lo ordenó construir Sadam en honor la supuesta victoria sobre los americanos en la Guerra del Golfo de 1991. 


            Mi hermana y yo pasábamos horas buscando información absurda de lugares a los que planeábamos viajar y a los que probablemente nunca íbamos a ir. De entre todos ellos Irak siempre fue nuestro favorito.

            Mi hermana se llamaba Paula. Y yo me llamo Candela.

            Quiero decir que se llama, no que se llamaba.


            5.

            Segundo secreto:

            Pongamos que sí, que las niñas pastoras se encontraron realmente a la virgen. Alabada sea la Virgen del Casquete. Y la virgen comienza a curarle el cáncer a todo el mundo. Utiliza sus súper poderes y le toca la frente a la gente o les toca dónde cojones tengan los tumores y es como la Santa Quimioterapia de la Marina Alta, el misticismo alicantino hecho carne, pero es que además es cool. Tiene carisma, tiene jodido atractivo pop. Todo el mundo quiere una foto con ella y las marcas de moda se desviven porque vista sus trapitos en las procesiones. Se hace súper amiga de la niña de Stranger things y no dejan de colgar fotos de sus fiestas locas en Instagram. Es la chica de moda. Las niñas pastoras que de tontas no tienen un pelo empiezan a hacer buen merchandising, camisetas, tazas de café, gorras, la Virgen del Casquete es la nueva pasión global, es la nueva dinomanía, la nueva tortugasninjamanía, así que las niñas lo celebran con bien de farlopa buena hasta que se les ponen las narices como una mezcla de mazorca y de charcutería, así se les ponen las tochas, y tratan cada vez peor a la virgen, a la pobre virgen del casquete que llegados a este punto quiere volver a su planeta pero que no puede porque le han puesto un collar que le impide teletransportarse. Y cada cáncer que cura es como que envejece un poco más, que se muere un poco más, y cada cáncer que cura la farlopa de las niñas es un poco mejor.

            Quiero decir, que todo esto no es que haya ocurrido, pero seguramente acabaría así.


            6.

            Robocop no tiene alma, de eso es de lo que van sus películas. Todo lo demás es como el relleno de los cachopos. Robocop es mitad robot y mitad policía, así que ahí dentro no cabe nada más, echa cuentas. Y eso le hace sufrir aunque en realidad él no pueda sufrir. Más o menos. Estoy hablando todo el rato de Paula, pero en realidad éramos tres hermanos. Paula era la mayor, luego estaba yo, y luego estaba Álex. Álex se murió el primero y ahora se va a morir mi hermana. Es como una de esas estúpidas canciones infantiles. O como en Los Inmortales. Los tres estuvimos siempre muy unidos pero Álex era especial para nosotras. Era el pequeño y aunque nos quejábamos muchas veces por cómo  lo malcriaban nuestros padres nosotras hicimos lo mismo. No supimos evitarlo. Álex tenía algo diferente, algo que hacía que lo adoraras, que no pudieras enfadarte con él aunque la cagara todo el rato. Y la cagaba constantemente. Pero era bueno, cariñoso, inteligente y sensible, aunque también era frágil. Sin tratar de justificar nada con lo que voy a decir a continuación, es importante entender para comprender lo tarde que llegamos con él, lo tarde que llegábamos siempre, que medicarse e ir al psiquiatra era el equivalente en mi casa a comer paella los domingos en otras familias. Así fue siempre. Y además en nuestro clan siempre fuimos las mujeres las más fuertes. Lo era nuestra abuela, lo fue nuestra madre y lo somos mi hermana y yo. Con nuestras taras incluidas. Mi padre en cambio era una persona distante y solitaria. Probablemente sufrió de depresión durante la mayor parte de su vida, hasta que un buen día se cansó de ver la tele y se mató. Tengo la sensación de que Paula y yo nunca lo conocimos demasiado. Espero que mi madre lo conociera un poco más. Mi hermano no era como mi padre, pero al igual que él, tampoco se sintió nunca cómodo del todo habitando su propia piel. Sufría a menudo y le costaba levantarse de nuevo. Por eso mi hermana y yo nos tiramos media vida tratando de protegerlo de todo y por eso cuando murió se abrió una herida muy grande dentro de cada una de nosotras que nunca más se cerró por completo. La verdad es que aún nos castigamos pensando que podríamos haber hecho algo más por ayudarle, cosa que, por otro lado, es evidente. Puedes tratar de racionalizarlo todo lo que quieras, pero si tu hermano se mata y tú no lo has impedido, entonces no has hecho lo suficiente. Álex creció y se llevó a todas las chicas de calle porque era muy guapo. En eso también se parecía a mi padre, que hasta con su agotadora cara de aspirante a lavado de estómago siempre le tuvo un aire a Ed Harris. Conoció a una de ellas y se enamoró perdidamente. Ella era una buena chica y también se enamoró de él. Pero a mi hermano le costaba mucho trabajo ser feliz y hay mucha mierda en vivir con alguien así. Así que al final ella conoció a otro. Alguien que le hacía reír y con quien estar resultaba fácil. Y no lo digo con rencor, estar con alguien debería ser siempre fácil. Y dejó a mi hermano con el corazón roto. En esos días yo vivía en Alemania, y fue mi hermana quien más se volcó con Álex. Y de repente, un día, nos llamó la policía para notificarnos que habían encontrado el cuerpo de mi hermano en el cauce del río Turia. Mi hermano se suicidó tirándose al cauce de un río sin agua. Cuando me llamó Paula para contármelo, la única manera de gestionarlo que se me ocurrió fue tirarme setenta y dos horas de fiesta de discoteca en discoteca. Era joven y Berlín era grande. Me tomé por lo menos un millón de pastillas. No fui a España al entierro y mi hermana estuvo mucho tiempo enfadada conmigo por eso. Mi madre nunca volvió a ser la misma. Nosotras tampoco pero seguimos con nuestras vidas lo mejor que supimos. Cuando se me terminó la fiesta estuve tomando antidepresivos durante una temporada bastante larga. Ahora también los tomo. Poca cosa, pero ayuda.


            7.

            A Sadam Hussein le diagnosticaron el sida entre 1995 y 1997. Desde el año 93, cuando puso en marcha La Campaña de la Fe, con la que instrumentalizó el Islam para sus propios intereses, en Irak hubo una época de relativa calma. Hasta el 96 no se crearon los primeros fármacos antirretrovirales que lograron convertir el virus en una enfermedad con la que se podía convivir de una manera mínimamente digna. Para cuando Sadam pudo tener acceso a estos tratamientos, su salud ya estaba muy deteriorada, aunque sólo unos pocos hombres de su círculo más íntimo lo sabían. Cómo contrajo la enfermedad es algo que probablemente jamás sabremos y cualquier explicación hoy por hoy es pura ficción especulativa. Aun así, ahí van algunas teorías que recopilamos Paula y yo: En su libro The evil party, la periodista americana Sally Ford documentaba la supuesta estancia de Sadam y su hermano Ibrahim en Manchester a finales de los años ochenta con nombres e identificaciones falsos. Ford defiende que ambos viajaron a Reino Unido  para iniciar negocios con Kyle Van Morrison, un conocido traficante de drogas de la ciudad y uno de los padrinos no oficiales del movimiento Madchester, que se hizo famoso en todo el mundo por la eclosión de la música electrónica y del uso masivo de derivados del éxtasis y la anfetamina. Aunque la moda de la heroína comenzaba a decaer, aún era bastante consumida y, sostiene Ford, los hermanos Husein pudieron convertirse en los principales proveedores de esta droga en todo el país, garantizándose así una buena fuente de ingresos con la que sufragar parte de los costosos gastos de su guerra contra el mundo. Aunque no existen datos que certifiquen que Sadam o su hermano le pegaran al caballo, según Ford, la costumbre de compartir jeringuilla en las reuniones de negocios de la época podría haber sido el origen del contagio del dictador. Parece rocambolesco, pero hoy en día está bastante documentada la relación entre los hermanos y el famoso narco y casi nadie duda ya de que la venta de opiáceos fue uno de los negocios más lucrativos de la familia Husein. Por otro lado, años después, Sally Ford regresaría a la palestra por escribir un nuevo libro en el que daba consejos a los padres para educar a sus hijos en una vida no homosexual. Para desmaricarlos.

Y aun así esta no es la teoría más descabellada. En el artículo Los experimentos secretos de Oriente Medio, publicado en El Diario Informativo de La Realidad Oculta, otra periodista desvariaba acerca de la idea de que el dictador contrajo la enfermedad por error cuando probaba en sí mismo un suero del súper soldado similar al que dio sus poderes al Capitán América. Puede parecer una locura, pero esta teoría ha sido ampliamente difundida en multitud de revistas, páginas web y blogs en diferentes variantes: unas defienden que Sadam fue engañado por un agente infiltrado de la CIA que trataba de asesinarle, otras que lo que se inyectaba era un elixir de la inmortalidad, etcétera, etcétera, etcétera.

            El error de todas ellas es dar por hecho que Sadam convivió con la enfermedad hasta que el día antes de nochevieja del año 2006, tras ser condenado por un tribunal de su propio país, fue ahorcado a las 06.00h acusado de crímenes contra la humanidad.

            En realidad, en abril de 1997 Sadam ya sabía que iba a morir en unas pocas semanas, quiso hacerlo en su propia casa, y dio instrucciones a su hombre de mayor confianza, el jefe de policía Younesse de qué es lo que debía hacer en el momento en el que él muriera.

            ¿Qué pretendía Sadam? ¿Qué le preguntaríamos si tuviésemos la oportunidad de hacerlo? Paula y yo inventamos un consultorio en el que respondía a algunas cuestiones.



            Consultorio semanal de Aspectos de la Vida del Verdadero Sadan Huseín

            (Como cada primer lunes de mes, Sadam responde a nuestras lectoras sobre aspectos de la vida y gestión de emociones.)



Manuela García, Bagdad.

            Shalam Halekum, Querido Líder.

            Me gustaría, en primer lugar, agradecer como siempre tu presencia en este consultorio, y el cariño con el que siempre respondes a nuestras dudas. En segundo lugar me gustaría formularte una pregunta sobre un tema que me tiene loca. Allá va. A menudo al cocinar las tradicionales galletas de cardamomo, (las preferidas de mi marido), cuando las saco del horno detecto un pequeño regusto amargo. He cambiado los tiempos y los grados del horno en múltiples ocasiones así como el tipo de harina que utilizo, y no consigo deshacerme del molesto sabor.

            ¿Podrías darme algún tipo de recomendación para hacer de mis galletas un verdadero manjar digno de los dioses?

            Muchísimas gracias.


            Hola, Manuela, muchísimas gracias por tus palabras. Sin vosotras y este espacio de confianza que compartimos aquí, no sé qué sería de mi, te lo aseguro. Pero yendo al tema de tu pregunta, las galletas de cardamomo son si duda uno de los dulces más representativos de nuestra hermosa nación. Para responder a tu duda se me ocurren diversos motivos por los cuales tus galletitas hayan podido amargar. En primer lugar, prueba a acortar el tiempo de cocción aún más. Aunque el aspecto de las galletas parezca perfecto por fuera, pueden haberse quemado un poco por dentro, lo cual suele conllevar un pequeño regusto amargo. Si tu horno es nuevo, también puede haberlo provocado esto, ya que los hornos sin estrenar deben dejarse normalmente una hora encendidos a buena potencia antes de introducir alimentos, si no, el propio polvo u otras sustancias pueden contaminar el sabor de los alimentos que calentamos. Por último prueba a utilizar semillas de lino en lugar de sésamo.

            ¡Y no olvides contarme si le han gustado a tu marido!



Rosa del Amor, Daruk.

Hola, amado líder, me gustaría saber, en un momento tan vulnerable como el que estamos atravesando, y teniendo en cuenta la explosión de creatividad que suele darse especialmente en los periodos de crisis económica y moral, cuál sería, en tu opinión, la relación verdadera entre el arte y el desencanto social (en su más amplia acepción).

Muchísimas gracias.



            Hola, Rosa.

            Ante todo agradecerte tu tiempo y tu interés, y más teniendo en cuenta que me preguntas por el que, (probablemente ya lo sabes), es uno de mis temas favoritos: el arte. Pero, mira, me vas permitir que te comente que la relación entre el arte y el desencanto social a mi no me interesa. Lo siento. Perdonad amigas que sea tan cortante pero es que es un tema que a mi ya me aburre por reiterativo. El arte es el arte y tiene que ser válido por sí mismo. Te voy a contar algo, durante las presentaciones de mi última novela, ¡Fuera de aquí, maldito!, cada vez que alguien me entrevistaba, el tema, indefectiblemente, giraba siempre en torno a preguntas como: ¿Y cómo es ser un dictador y escribir? ¿Es más difícil para un dictador abrirse paso en un mundo dominado por escritores blancos no dictadores? Yo en tiendo que la intención no es mala, no estoy diciendo eso. Pero cada vez que me incluyen en un artículo sobre dictadores escritores con los que, francamente, no tengo nada que ver, sólo porque está de moda, están, de algún modo, invisibilizando mi trabajo intelectual. Las mujeres y los dictadores tenemos que estar juntas en esto, porque nuestra problemática es la misma. Y esta batalla no la vamos a ganar en dos días.


            8.

            Pero vayamos por partes: El Programa Fuego Devastador Para la Creación de Monstruos Entrenados en Artes Marciales surgió de la convergencia de dos hechos en apariencia inconexos. El primero fue el hallazgo fortuito en Samarra de una extraña piedra azul que poseía poderes místicos; el segundo, la aparición en Bagdad de una artista sueca en posesión de un extraño y antiquísimo libro que parecía contener entre sus páginas el hechizo con el que los antiguos hombres fueron capaces de despertar a los demonios yinn. Bastante increíble todo ¿verdad? Pues hay más: Sadam no perdió ni un minuto y encargó a su hermano Ibrahim y al jefe de policía Younesse poner a disposición de un equipo multidisciplinar de expertos de distintas áreas todos los recursos que fueran necesarios para la creación de monstruos gigantes muy locos al servicio de la nación irakí. A la artista sueca se le sumaron así biogenetistas, demonólogos, ingenieros, cirujanos plásticos, diseñadores gráficos, y hasta un departamento anexo de I+D que exploraba las posibilidades alrededor del experimento principal y todo lo referido al merchandising que pudiese derivarse. Se hicieron camisetas iguales y las llevaban siempre puestas como si fueran una familia, todos al servicio de un sueño sólo al alcance de unos pocos afortunados: Crear vida. A saber de qué tipo, pero vida al fin y al cabo. Así que se pusieron muy a tope. El jefe de policía Younesse y sus agentes comenzaron a secuestrar hombres y mujeres en mitad de la noche a los que aterrorizaban y metían desnudos y con las cabezas cubiertas por bolsas de tela negra en camiones rumbo a instalaciones secretas. Allí eran sometidos a torturas y vejaciones, allí se laceraba su carne y se destruía su mente hasta despojarlos por completo de humanidad y de alma. Y cuando no quedaba nada, cuando sólo quedaban huesos y tendones tiritando, entonces se los pasaba al equipo médico y a los expertos esotéricos que experimentaban con ellos para tratar de lograr su objetivo. Convencidos de que conseguirían crear un ejército de monstruos y de que estarían a su servicio. Convencidos de que dominarían el mundo. El gobierno irakí jamás admitió estas desapariciones y los familiares de estas personas nunca supieron lo que pasó con ellas. Como la Creación de Monstruos no es exactamente como las matemáticas, no es ningún juego, durante los primeros meses sólo les salían chapuzas, bichos asquerosos que no había por dónde cogerlos, amorfos, criaturas boqueantes y obscenas que sólo aguantaban con vida unos pocos minutos o ni siquiera eso. Pero fueron depurando la técnica, cada vez eran más finos. Y así comenzaron a salir formas de vida menos humillantes, más tolerables. No es que fueran a ganar un concurso de belleza con eso, pero se alegraban y se daban palmaditas en la espalda porque dios también debió cagar algún trampantojo antes de ponerse serio. Celebraron y siguieron. Trabajaron duro. Y así, poco a poco, acabaron por lograrlo. El primer monstruo gigante  no era un artefacto perfecto, pero lo habían hecho ellos. De la nada, de un poco de piedra mística y un poco de ingeniería médica. Y allí estaba, y, dentro de su fealdad, era hasta un poco hermoso, hermoso de la manera en que lo es la sangre de nuestra sangre, lo que ha chupado de nuestros pezones. Y lloraron todos juntos, y se abrazaron, y lo llamaron Muerte Inexorable 2.


            9.

            Se abre el telón.

            Dos adolescentes entran desafiantes y muertas de risa al Corte Inglés para mangar maquillaje como si de dos mini Cristina Cifuentes se tratara. Se creen las reinas del mambo. Apenas se relacionan con otras chicas de su edad. Todo es jolgorio y autosuficiencia teenager. Pero entonces las pilla el segurata que es un hijo de puta y un pedazo de subnormal matón come mierda. Las lleva hasta el cuartito. Las trata con paternalismo y llama a sus padres. Una de las niñas se aguanta el llanto mientras la otra le aprieta la mano y mira desafiantemente al idiota. Cuando el desgraciado caraculo cuelga el teléfono les dice con una condescendencia que sólo por eso ya debería arder en el infierno: Y ahora, qué, ¿les digo a vuestro padres que sois maricones?

            Se cierra el telón.





MIENTRAS ALONSO AGONIZA, de Carolina Otero Belmar

Poema incluido en la antología Piscina fuera de temporada, en Ay del Seis (Editorial Trifaldi, 2019).



No te hagas el muerto.

No sigas en la cama de la melancolía.

Más de seis días languideces,

que ya la figura triste no produce

ni sombra ni interrogación ni nada.



No te hagas el muerto.

Salgamos a cantar al campo,

y si hay que querer a otra

pues la buscamos y la idealizamos

que experiencia ya tenemos.



No te hagas el muerto.

Muere de hambre o por hombre

pero no así, lleno de realidad

hasta los intestinos.



No te hagas el muerto.

Eso es para los de la secta del dólar y el anillo,

mórbidos hikikomoris,

civilizaciones holográmicas de centro comercial.



No te hagas el muerto.

Me cae la lluvia por la cara

como una baba trágica;

balbuceo, muelle bobo,                 lo sé:

No sé decirlo más grave,

pero yo he visto cosas:

el vaivén de Europa,

cuerpos de niños yertecitos

en un cuenco de agua estanca.



No te hagas el muerto

–me cae la lluvia por la cara

como una baba trágica–,



no te hagas el muerto.


miércoles, 22 de abril de 2020

La no realidad.


Recuerdo aquel doce de Marzo como si de un sueño se tratase. Llevaba un vestido gris ajustado y los labios color camel. Estaba harta de mi vida. La oficina, las obligaciones, me sentía prisionera aun teniendo la libertad en mi mano. Recuerdo el sabor de la Estrella Galicia recién tirada y las patatas mal fritas que compartí con Fer. Hablábamos escépticos sobre el Covid, y entre risas nos intercambiamos las cervezas como muestra una rebeldía compartida. Era Jueves y el bar a penas rozaba la mitad de su aforo. Sonaban campanas de cambio a las que queríamos con fuerza hacer oídos sordos. Tal vez esta sea nuestra última oportunidad de tomar una cerveza juntos dijiste con una sonrisa. Me reí. Se rio. Lo hicieron únicamente nuestras bocas. El miedo tiñó nuestras miradas durante unos segundos. Entonces me fijé en el degradado de verdes en sus iris, el ruido de fondo, el frescor de la cerveza por mi tráquea, la brisa que entraba por la ventana y me enfriaba la mejilla derecha. Sentí cada detalle, saqueé las sensaciones mientras otros corrían al Mercadona a por papel higiénico.

El viernes se dio el primer aviso de estado de alarma mientras comía arroz al horno en casa de mis padres. Al acabar, mi madre y yo bajamos con el carro de la compra a por los pocos fondos de despensa que quedaban en los supermercados. Después de la ardua búsqueda de harina y levadura, me despedí de ellos con un abrazo largo y fuerte. Un hasta pronto que lleva alargándose ya cuatro malditos y tediosos años. Aún a día de hoy, me cuesta asimilar como tu realidad puede llegar a destruirse en tan solo unas cuantas horas. Éramos tan libres sin saberlo que duele.

La vida ha cambiado mucho desde entonces. Todos los medios de comunicación, incluido internet están capados y filtrados minuciosamente por el gobierno. Las redes sociales se han transformado en una oda a la humanidad y la fuerza común por superar este mal trago. La unidad social es tan fuerte pero frágil como un plato de porcelana. La economía está semiparalizada, solo algunos afortunados pueden salir de casa para producir. Eso sí, la jornada laboral es ahora de cuatro horas, porqué claro, somos demasiados para tan poco consumo. Si a esas cuatro horas le añades que ver la televisión es un auténtico suicidio, solo te queda el arte como vía de escape. Así he pasado mis cuatro años de encierro, pintando, escribiendo y nutriéndome de libros. Ah sí. Un ápice de miedo me invade mientras escribo estas líneas que tal vez algún sistema de inteligencia artificial esté analizando y en pocas horas un furgón de policía me saque arrastras de mi casa, como pasó con Fer, pero entonces recuerdo que ya no tengo nada que perder. El miedo desaparece por completo. Solo puedo ganar. Aprendí a entrar en la DeepWeb, a programar y hackear, fue idea de Fer cuando comenzó el control de la información, el ya sabía los básicos, así que se saltó las aun primerizas restricciones y pasó un par de semanas en mi piso convirtiéndome en una hacker novata y motivándome a evolucionar. La posibilidad de encontrar algo que pudiese cambiar la realidad que nos habían impuesto me hacía sentir más viva que nunca.

Pasé cientos de tardes peleándome contra las protecciones, cada día más complejas del sistema. Siempre me quedaba a un palmo de saltar el muro, el último código, el último salto, siempre fallaba, me enviaba al principio del proceso, sin punto de control, recuerdo decenas de madrugadas tirándome de los pelos y con una taza de café en la mano, negándome el descanso, rabiosa por conseguirlo, una mezcla de ego y responsabilidad social. Ansia de libertad, ansia de saber. No fue ninguna de esas noches cuando lo conseguí, eran las diez de la mañana del catorce de Julio cuando tras teclear el último código aparecieron ante mil cientas de afirmaciones confidenciales: “El próximo habrá mutado y será aún más mortal” “El miedo es la emoción más poderosa, hicimos bien aprovechándola” “La semana que viene estaré en Nueva York” …

Todo era una maldita mentira. No existía ningún virus. Nadie había fallecido. Era todo un puto montaje político. Una obra teatral para reducir el consumo de recursos en beneficio de unos pocos. Habían creado un sistema perfecto. O eso creían.

La rebeldía, la cabezonería, esa esencia que tanto me había caracterizado desde niña, resurgió intensamente. No podía quedarme de brazos cruzados, tirada en mi sofá imaginando una vida que jamás sentiría mientras esos hijos de puta la vivían por mí, la sentían por todos los que yo quería, por los nuevos niños que habían llegado al mundo y no sabían que era correr por un prado o trepar un árbol. No. No. No. No pensaba dejarlo estar. Ya lo había hecho muchas otras veces, todas las peleas en las que metí en el instituto por defender a niños de cursos inferiores. Los castigos que me saltaba escapándome por la puerta de atrás de madrugada. Esto era mucho más grande, pero la causa también lo era.

Recopilé todas mis pruebas, encriptándolas por supuesto. No descuidé mis búsquedas habituales en internet para evitar llamar la atención. Cuando tuve todo el plan listo, la información, los pasos a seguir, me faltaba lo más complicado: una red de cómplices de boicot. Sabía que había una persona en este mundo que estaría dispuesta a hacerlo, que jamás me traicionaría: mi madre. Pero era imposible comunicarme con ella por un medio seguro. Tenia que presentarme en casa, volver después de cuatro largos años. Y debía ser al margen de los controles. No debía coger mi móvil, ni mi coche que ya dudaba que arrancase después de tanto tiempo en vigilia.

Me pusé mascarilla, gafas de protección con cristales tintados, no sin antes maquillarme de tal manera que mis rasgos pareciesen muy diferentes a los míos. El reconocimiento facial no funcionaria de ese modo. Cogí un par de bolsas de basura, incluyendo algunas herramientas, y una linterna de largo alcance dentro. Entre en el ascensor y con un pulsador de plástico y un pulso digno de anciano con párkinson apreté el botón que llevaba a la planta de contadores. Una vez allí, recorrí unos pasadizos que conectaban los diferentes edificios de la urbanización para finalmente llegar a la boca de alcantarilla oculta tras un oxidado carro de supermercado.

Así emprendí mi primer recorrido por el subsuelo de la ciudad. Invadí su silencio con la violencia de los latidos de mi corazón. El olor era repulsivo aún con la mascarilla puesta. Caminé lo más rápido que me fue posible siguiendo el detallado plano de pasadizos que había elaborado. Un error a esas alturas sería fatal. No se cuanto tiempo estuve, diría que horas pero probablemente no estaría en lo cierto hasta que finalmente di con el plato de salida nº3699. El sótano de casa de mis padres. Lo había conseguido, me puse a bailar hasta que escuche el chillido de las ratas cerca y decidí que lo mejor sería celebrarlo en la superficie.

… Continuará


LA PELUQUERÍA

EL PELUQUERO.

Lourenço abrió la peluquería. El negocio no le podía ir mejor.

Tras meses de confinamiento todos hacían cola para cortarse el pelo, darse un tinte o arreglarse la barba. Había tenido que contratar a dos chicas nuevas.
El desborde capilar había llevado al cortador eléctrico al “top ten” de ventas online. Era el último recurso para recuperar cierta uniformidad craneal. Se vendieron tantos, que a él mismo le resultó difícil hacerse con alguno a un precio razonable.

Ahora, pasado el encierro, millones de pelos salían de su confinamiento pidiendo a gritos algo artesanal; y el afilado ruido metálico de dos cuchillas perfilando peligrosamente el pelo alrededor de las orejas añadía cierto fetichismo sádico al placer de unas manos expertas masajeando, hidratando y mimando el cuero cabelludo. Los clientes se dejaban llevar por un contacto físico vedado durante meses. Lourenço recurría al agua fría cuando intuía el inminente éxtasis.

El teléfono no paraba de sonar para concertar citas. Las daba con un mes de antelación y se estaba planteando subir los precios para poder hacer frente a tanta demanda. En el último Congreso de Peluquería, celebrado en el hotel Hilton de Nueva York, un peluquero de evidente ascendencia hispana que trabajaba en la City ya se lo había comentado:
-   Yo cobro 600 dólares por servicio, solo por corte de pelo a máquina. Si además alguno quiere perfilarse la barba, me voy casi a los tres ceros.
- Joder, casi como un basurero ¡y más que una limpiadora! exclamó Lorenzo escandalizado.
- Ahora todo que todo es telemático y a distancia, continuó su amigo, los trabajos manuales hay que pagarlos. Además, gracias al corona virus, la gripe y los constipados; contacto igual a peligro, y eso tiene un precio. ¡Ven que te dé una vuelta en mi nuevo carro! le dijo cuando terminó el evento, invitándolo a entrar en un flamante Bentley deportivo.

 ¿Quién les iba a decir a esos políticos y leguleyos que una cajera de supermercado, un reponedor, un taxista, un enfermero, incluso un peluquero iba a cobrar más de cien mil al año?

A Lourenço, aquello le parecía inmoral. El era incapaz de cobrar más de trescientos euros por corte, seiscientos como mucho si había que poner tintes o rizar y planchar el cabello. Su padre, de quién había heredado la peluquería, desde que empezó como aprendiz le inculcó el amor por el trabajo duro. El amaba aquel oficio. Era arte y transformación en estado puro. Nada reconfortaba tanto como ver una sonrisa cómplice y satisfecha a través del espejo después de un corte acertado. Con sus manos descubría ilusiones y restañaba heridas. Con cada tijeretazo fijaba una nueva senda para corazones que se habían vuelto solitarios.

Quien sabe… ¿Una primera cita? ¿Un reencuentro con las amigas de la universidad? ¿Un adulterio? ¿Un trabajo nuevo? ¿O quizás un aniversario? Transformando el pelo transformaba vidas.

Salieron todos juntos de la residencia. Cuatro zombies arrastrando sus desentrenados pies sobre la acera. No se despidieron. Llevaban tanto tiempo separados en pequeños cubículos que ya no se conocían. Greñudos y descuidados iniciaron un camino hacia quien sabe dónde, abandonados a su suerte por un Estado que se había cansado de mantener a un grupo de viejos improductivos.   

Pablo enfermó primero, pero se sobrepuso a la tentación de morir para no dejar sola a su mujer y milagrosamente, a decir de los médicos, consiguió salir adelante. No así ésta, que falleció un mes después. Tuvo tiempo de sobra de despedirse, pasaron dos días hasta que unos militares disfrazados con plásticos se la llevaron junto al cúmulo de moscas que revoloteaban sobre el cadáver.

 Pablo aspiró profundamente el aire puro y fresco de aquella mañana de verano y con paso firme inició su camino; al contrario de los otros él tenía clara cual sería su primera visita.

Sofía interrumpió al peluquero con cierta impaciencia.
- Lourenço, hay otro…Lourenço miró hacia la cristalera. Ahí estaba. Observando a través del escaparate con la mano a modo de visera sobre donde debían estar situados los ojos, escondidos tras una increíble cabellera como un perro lanudo que parece observar sin ver. Tras la crisis había personas que no habían vuelto a salir de sus casas y no era infrecuente que su primer contacto con el mundo exterior fuera la peluquería.
- ¿Lo echo?
- ¡No!, respondió secamente Lourenço.
- Espantará la clientela… repuso Sofía.
- Da lo mismo. Ya os he dicho mil veces, esto es más que una peluquería. Es casi una Iglesia. Seré su sacerdote, añadió. Le reconfortaba ejercer de buen samaritano, y cortar aquellas melenas suponía dejar al descubierto una nueva historia.
Lourenço se dirigió a la puerta e invitó a pasar a aquella persona con aire de indigente. Quedó sorprendido, olía bien, a ese jabón de lavanda que de pequeño usaban en casa: “Heno de Pravia el aroma de su hogar”, decía el anuncio.
- ¿Lavado de pelo?, preguntó. No solía hacerlo. Era norma de la casa lavarlo siempre, pero con aquellas personas era mejor preguntar, y además con un leve roce de sus dedos descubrió el tacto sedoso y limpio de aquel pelo blanco como la nieve.
- No, respondió secamente el sujeto. Lo lavé esta mañana. Tengo una cita.
- ¿Corte masculino o femenino?, continuó Lorenço. Sin duda aquella era la pregunta más difícil, pero aquella voz ronca y ruda, como surgida directamente a través de los pulmones no ayudaba a despejar el género.
- ¡Masculino, por supuesto! replicó con enfado.
- ¿A tijera o a máquina?, preguntó Lorenzo.
- ¿Máquina?, preguntó extrañado el hombre.
- ¡Pues tijera! Lourenço comenzó a cortar por detrás. El cabello cubría casi la mitad de la espalda de aquel individuo. Titubeó un momento. ¿Cómo lo quiere?
- A su gusto, respondió el caballero. Lorenzo notó el subidón y sus manos empezaron a trabajar con gula aquel cúmulo de pelos. Iba tan deprisa que hasta le parecía que el frío acero de las tijeras empezaba a calentarse. El tiempo se detuvo durante más de media hora, no sólo para él sino para él; el resto de la clientela y de las ayudantes espiaban el frenético movimiento de las tijeras a través del juego de los espejos.
Lourenço descubrió por fin los hombros de aquella persona. Sin la melena, le pareció tremendamente delgada, casi perdida en el enorme sillón de corte.
- ¿Qué edad tiene, si me lo permite?, preguntó.
- Ciento dos años.
- ¡Ciento dos!, exclamó jubiloso Lorenzo. ¡Quién lo diría! Se mantiene usted en forma.
- No me queda otra… respondió el viejo.
- ¿Y vive usted sólo?
- Me han echado de la residencia. Ya no quedan ancianos. Yo era de los últimos.
- ¿Su mujer?
- Murió en la pandemia y yo casi con ella. Solo me separó de la parca una maldita traqueotomía. Lourenço se entristeció. Recordó la muerte de sus padres, también en esas fechas. Ni siquiera pudo enterrarlos. Los incineraron. Y un mes después le avisaron de la residencia para que pasara a recoger dos pequeñas urnas funerarias.
- ¿Y sus hijos?
- Voy a verlos ahora.
- ¿No los ha visto desde entonces?
- No, respondió el viejo.
- ¿Por qué?
- Dejaron de visitarme al comienzo de la crisis. Ya sabe nadie podía acercarse a una residencia, éramos apestados. Luego dejaron de llamarme.
- ¿Y usted no pudo contactar con ellos?
- Verá, a mi edad lo primero que se pierde es la memoria. Recuerdo pocas cosas y menos los números. Cuando murió su madre ni siquiera vinieron. Aunque igual lo intentaron y no los dejaron entrar. Hubo tanto lío. Ni yo mismo pude asistir a su incineración. Después tuve miedo de que definitivamente se hubieran desentendido de mí; y en la residencia me trataban bien y no era una carga para nadie, hasta que se acabaron los fondos.
- ¿Entonces ni siquiera saben qué está usted…?
- ¿Vivo? Eso espero. Que al menos me creyeran muerto me daría esperanza.
- Entiendo, repuso Lourenço. Yo perdí a los míos en aquellos malditos días. Y ahí están, mirándome desde la estantería en esas dos urnas. Pablo miró con extrañeza el pequeño altar con aquellas dos horteras vasijas doradas.  
- Pero veamos que tenemos aquí, continuó mientras levantaba con profesionalidad el flequillo que aún cubría el rostro de aquel viejo. Con el pulso firme intentó dibujar una línea recta sobre la frente arrugada. Tras el primer recorte, la mano empezó a temblarle y la línea del flequillo se dibujó sinuosa siguiendo el perfil de las arrugas…
- ¿Papá…?


Poema:
Hoy me siento desnudo, apenas visionado.
Espectro a las miradas, inodoro al olfato, casi inerte.
Paso junto a ti y no me reconoces a pesar de me tienes a tu lado.
No me hablas por miedo a que te hable y apartas la mano
para evitar un roce.
Pero no te temo, sólo compadezco tu mirada esquiva.
Siempre soñé volver a hablarte, beber contigo un vino
 de la misma copa donde antes posaste tú los labios
y saborear el carmín que dibujaste en ella.
Me conformaré con ver como te mueves detrás de una ventana
y besar el cristal frío donde dibujé tu silueta
haciéndote el amor con estos versos que te escribo.
lo más deseado.

cuando acabó la pandemía me dispuse a hacer lo que más me apetecía , un viaje  al país más extraño que se me ocurriera. pensé en repetir el viaje que hice hace unos años al Líbano, una experiencia inolvidable. Claro que entonces era más fácil, mi hijo estudiaba en Beirut, y conocía bastante bien el país, además de defenderse en árabe, algo que resultaba muy útil en las visitas a sitios turísticos para que no nos confundiera con turistas americanos. De todas formas Líbano es un país multicultural donde hay una regla curiosa, si se dirigen a tí en francés, posiblemente hablas con un cristiano, si es en Inglés con un musulmán. al final me decidí. saque un billete con escala en Roma y después de más de 8 horas de viaje aterricé en el siempre nuevo aeropuerto de Beirut. Siempre nuevo porque en cada guerra con Israel resulta bombardeado y tienen que reconstruirlo. Al llegar al aeropuerto y tras pasar los controles de inmigración me dirigí a la puerta de salidas, como mi hijo me había recomendado en el anterior viaje. Allí varios taxis esperaban a recoger a algún pasajero que no quisiera usar la parada oficial. me dirigí al primer taxista en Inglés ¿cuanto a Hamra? 20 dólares, me dijo, no es mucho le doy 10. 10 es muy poco, 15. de acuerdo. Fuen más fácil y barato cuando mi hijo negoció en árabe y en libras, aunque en Líbano aceptan dólares en todas las compras, y siempre te aplican el cambio oficial, al negociar en dólares piensan que pueden cobrarte más por la carrera. la gente es muy honrada con la excepción de los taxistas, con los que hay que tener mucho cuidado. Al hotel 24 rooms en Hamra. en media hora estábamos allí. el hotel es un establecimiento pequeño y muy cómodo, el nombre es literalmente su tamaño, cerca de la concurrida calle Hanra, en Beirut oeste, en un barrio suni, lleno de restaurantes y bares que abren casi toda la noche , y donde puedes comer por muy poco dinero y beber lo que quieras. 
después de dejar las maletas en el hotel cogí la cámara y me lancé a la calle. Hamra es un barrio bullicioso a cualquier hora, era ya de noche y todos los locales estaban abiertos. compré un cargador para el móvil y busqué un sitio para cenar. una cena espléndida, con falafel, humus y de postre bailaba, que me costó apenas 3 dólares. después me metí en un bar donde tocaban música en directo y pedí un whisky con hielo. Las copas es lo único que me parece caro en Beirut, pero incluso en un barrio musulman encuentras sitios donde beber sin problemas. siempre que no estés cerca de una mezquita,  la música era magnífica, y el ambiente genial. el local estaba lleno de libaneses que seguramente venían mayoritariamente del mismo barrio o de algún barrio cristiano cercano. las libanesas son muy guapas, aunque la mayoría se han intentado mejorar con alguna operación de cirugía estética, uno de los grandes negocios del país. Algunas bailaban solas en la pequeña pista de baile. pensé que el viaje había empezado bien. 
a la mañana siguiente, después de un desayuno abundante en lhotel, me lance de nuevo a la calle, para trecorrer la Corniche, el paseo marítimo de Beirut y visitar el centro de la ciudad, cerca del Zoco, reconstruido después de la guerra civil, al estilo europeo. lleno de tiendas de lujo y con poca gente en las calles. Hay alguna mezquita de la edad media interesante cerca del centro. y puedes ver el contraste del país en la mezquita de minaretes azules dedicada a Hariri, el primer ministro asesinado en un atentado hace unos años. Hice la foto típica, cn la mezquita, la catedral maronita y la ortodoxa de San Jorge en la misma manzana. Después de comer me acerque al hotel fenicia, para encargar un coche de alquiler que me llevaría al día siguiente. al lado del Fenicia, están las ruinas del holyday inn, un impresionante edificio de 20 pisos donde todavía se aprecian las heridas de la artillería de la guerra civil. pero eso es Beirut, creo que han decicdido de Carlo así para que la gente no olvide lo que ocurrió aquí hace apenas 30 años. creo que eso influye en el caracter hedonista y práctico de los libaneses, para los que la prioridad es vivir el instante, por si acaso estalla otra guerra en cualquier momento.

Por la noche no me resistí de nuevo a la buena comida y bebida con música en Hamra. pero me acosté temprano. al día siguiente iba a madrugar.
dsepués del desayuno de rigor en el hotel, fui nadando hasta el fenicia a recoger el coche. Conducir en Beirut me parece  el único peligro real de la ciudad. el tráfico es caótico , y las señales, cuando las hay, que no es frecuente, son solo una referencia, ya que nadie las respeta. pero quería ir a las tres ciudades bíblicas, Biblos Sidón y Tiro. aunque viajar en autobús era una opción, incluso divertida, tenía poco tiempo. El primer día fui por la carretera de la costa hacia el norte, a la ciudad de Biblos. Es una ciudad hoy mayoritariamente cristiana con más de 5000 años de historia, donde se inventó la escritura. un sitio precioso, con murallas de la época de las cruzadas y lena de iglesias medievales. En el puerto pedí una mesa en el restaurante Pepe,  de un mejicano que vive aquí desde antes de la guerra civil. ahí es posible comer pescado y marisco recién pescado, eso sí, a precio de París en lugar de Líbano, pero el exceso valió la pena. . la clientela era otra vez mayoritariamente libanesa. con mujeres vestidas como si fueran a una fiesta en París, más que a un restaurante en Oriente próximo. después de comer y tomar un espeso café libanés, muy parecido al griego o turco. cogí el coche para dirigirme al norte, a la ciudad de Trípoli. es la ciudad que más responde a lo que un extranjero puede esperar del Líbano. Había blindados del ejército por todas partes. Aparque al lado de uno, y un soldado con un fusil de asalto se dirigió hacia mí dritando en árabe. no hablaba apenas inglés, pero cuando le di el pasaporte y vio que era español, empezó a dar paradas al aire y me hizo la pregunta inevitable ¿Madrid o Barça? le dí la repsuesta más segura allí Barça y dejo de saltar con una sonrisa, para mi tranquilidad. le pregunté en inglés si podía dejar allí el coche y me dijo un “no problem” aun me dejó tranquilo. El zoco de trípoli es el lugar más sucio y caótico que vi en todo el líbano. poe lo general un pais muy limpio y ordenado (esxcepto el tráfico, claro). pero un lugar interesante. L proporción de mujeres con velo era en Trípoli muy superior a la que se ve en Beirut, y pude sacar unas cuantas fotos fantásticas con la luz de la tarde cayendo sobre el zoco. 

Al día siguiente me dirigí hacia el sur. para visitar las ciudades de Sidón y Tiro, hoy llamadas Saida y Zur. Sidón es una ciudad suní donde de vez en cuando sunies y chiíes se lían a tiros por las calles, pero esta vez todo estaba tranquilo. enfrente del puerto, en una pequeña península, está el castillo cruzado que se puede visitar, y enfrente el sitio con el mejor falafel del Líbano el Falafel King. un local pequeño con una terraza donde lo sirven como comida rápida, pero absolutamente delicioso. después de eso y del inevitable café libanés en una terraza en el puerto seguí hacia el sur, para visitar Zur, o sea Tiro. al llegar al rio Litani, que en todas las guías turísticas te dicen que no puedes cruzar, había controles del ejército. Siguiendo lo que había aprendido en mi viaje anterior sonreí enseñando el pasaporte y me dejaron pasar sin problemas. El sur del Litani es la zona que Israel ocupa periódicamente en cuanto se produce la menor provocación por parte de Hizbolla o del ejercito libanés. Se ven con frecuencia blindados de los cascos azules de la ONU, no el continfgente español, que está un poco más al interior, sino soldados irlandeses e italianos. 
a pesar de las advertencias a los turistas,  la visita a Zur (la antigua Tiro) vale la pena. Se puede vsiitar un hipódromo romano casi intacto, y vacío de turistas , y las ruinas del palacio de Alejandro Magno, con sus mosaicos originales. Antes de la conquista de Alejandro, Tiro era una isla, que presentó una resistencia tan feroz al ataque del macedonio , que cuando lo consigui, como castigo, convirtió en una península. En la parte antigua puedes tomarte unos pescaditos fritos en un chiringuito de una playa donde se ven en la arena columnas fenicias y griegas. un sitio espectacular.
Todavía me quedaron un par de días para acercarme al valle de la Bekaa, donde hay que visitar las ruinas de la ciudad omeya de Ansar y sobre todo Balbek. con un impresionante templo romano casi intacto dedicado a mi dios favorito,: Baco. el último día subí a las montañas donde pueden verse los últimos cedros del Líbano. Un sitio impresionante, con pequeños pueblos de cristianos maronitas en los que tienes que usar el francés para comunicarte, y donde la gente no es tan acogedora como en los barrios musulmanes de Beirut, pero que vale la pena ver , de todas formas.
al volver de nuevo a Valencia, creo que echaré de menos otra vez esta visita, es una lástima que todavía se perciba tanto miedo y odio entre las diferentes religiones en Líbano, por las heridas que abrió la guerra civil. a pesar de eso, es una experiencia vital y cultural imprescindible , que os recomiendo si tenéis la oportunidad de hacerlo.

PANDEMIA


  Sé que me encuentro metido en un problema muy gordo y desconozco la solución. Esto me pasa por ser demasiado impulsivo, pero alguien tenía que tomar las riendas ante la gravedad del momento. No tengo ni idea de ciencias ni de cálculo de probabilidades, pero para ellos eso es lo de menos. Tan solo desean creer que todo va a salir bien. Necesitan alimentar su esperanza, aunque sea con palabras vacías y falsas. Eso es algo que se me da bien. Mi profesión es la de actor y puedo adoptar cualquier papel. El de especialista en situaciones de crisis me sale a la perfección. Tras escuchar mis argumentos, parecen convencidos y la calma vuelve al refugio, pero sé que no será eterna. Pasan los días y los ánimos decaen de nuevo. Llevamos demasiado tiempo encerrados. La comida empieza a escasear y eso nos pone muy nerviosos. Desde que perdimos el contacto con el exterior, la incertidumbre va minando nuestra confianza. Todos intuimos que eso no augura nada bueno. No sé hasta cuándo podremos soportar esta situación sin que se desate la locura. La convivencia cada vez resulta más difícil, pero hemos de aguantar. Les digo que no se preocupen, que el final de nuestro confinamiento se acerca.
            El plazo se agota y todos me miran con recelo. Por las noches, finjo que duermo tranquilo. Intento disipar las dudas que empiezan a aflorar sobre mis cálculos. Mientras, por si acaso, permanezco alerta con un cuchillo bajo la almohada. 


Pilar Alejos.

Textos para lectura previa de cara a la última clase

TRANSIRAK MR.PERFUMME ¿Quién podría amar a una medio máquina? ¿Quién sería capaz de bucear bajo su gruesa capa de metal? ...